miércoles, septiembre 14, 2005

Coldplay ante mis ojos

No todos los días se puede ver a la que muchos llaman la mejor banda del mundo por su popularidad, sus canciones y, sobre todo, por el carismático y elegante Chris Martin. Es Coldplay en concierto vivido por un cuencano y su familia, privilegiados asistentes al anfiteatro Sound Advine de West Palm Beach este martes 13 de septiembre.

Llegar desde Miami al foro es más caótico que si el concierto fuese en Cuenca. Miles de vehículos bloquean cinco millas antes el único acceso, deteniendo el tránsito inclusive desde la autopista Turnpike. Más de una hora para alcanzar el parqueadero. Las casi 20 mil entradas se han vendido todas, pese a ser un día entre semana.

La noche estrellada y la luna creciente contrastan con la sofocante humedad del ambiente. La cerveza –a 7 dólares el vaso- corre por todas partes. La mercadería referente al concierto se vende desde las manillas blancas ONE a las que apadrina Martin hasta camisetas de 35 dólares.

9 y 26 de la noche. Luces en off, gritos en on. Coldplay toma completo control de una audiencia que los adora pese a que empieza con una de sus nuevas: “Square One” del álbum “X&Y”.

Chris Martin, vestido de camisa y pantalón negro, adidas blancos con rayas verdes, con su pelo rizado y su incipiente barba de cinco días se convierte en un poderoso showman y en un exquisito músico.

“Yellow”, uno de sus alfiles, enloquece a todos, mucho más cuando aparecen decenas de grandes globos amarillos que rebotan sobre la multitud y al reventarse esparcen papel picado. Se la canta a coro y muchos levantan sus celulares para transmitirla a sus amigos.

Luego vienen “God Put A Smile Upon Your Face”, “Speed Of Sound” y “Low” en la que invita a todos a tomar fotos. 3, 2, 1 y miles de flashes y clicks hacia Martin que ya es amo y señor. Su voz en falsete, muy típica y difícil de imitar se siente, mientras su cuerpo se arquea, sus rodillas se encorvan como cantandole a Dios.

Luego combina su perfomance con el piano y más coros. “The Scientist” provoca el segundo punto de quiebre cuando suspende abruptamente al minuto de empezada la canción. Martin explica en un acentuado inglés británico, que se acordaba de un médico que le atendió antes del concierto y le arregló su voz.

El elixir solo le duró para la noche de West Palm Beach –gracias a Dios y al doctor-, porque luego se supo que la banda suspendió el concierto en Tampa al día siguiente. La garganta de Martin rendía el alma ante nosotros.

Volviendo a la velada, hubo tiempo para un cover y tributo a un grande Johnny Cash, con la interpretación de “Ring Of Fire” y el momento de ver a los cuatro músicos juntos cantando en desenchufado “Don’t Panic” con el baterista Will Champion dejando los palillos y atreviéndose con el piano. Más ovaciones.

“Clocks” desata la algarabía con un juego de luces láser que se roba el momento. Luego viene “Talk”, en la que Martin pide un celular a uno de los asistentes y canta a algún afortunado al otro lado de la linea.

Llega la primera despedida cuando faltan veinte minutos para las once. Todos sienten que habrá bis. Y así es. Vuelven con “Swallowed In The Sea” y la más aclamada y escénica “In My Place”, en la que Martin se atreve a salir y cantar en medio del público delirante que termina rindiéndose completamente a sus coros. El broche lo ponen con “Fix You” en donde un foco cuelga del escenario comulgando con el mensaje de luz de la canción.

Es el final. Quedan sin cantar “Trouble”. No importa. Vienen los embotellamientos. Esperar otra hora para salir del local. No importa. Mañana, casi todos deben ir al trabajo. No importa. Todo fue por ver a Coldplay, una de las mejores bandas del planeta que esta noche hipnotizó a veinte mil almas del sur de la Florida.

lunes, septiembre 12, 2005

El rock no ha muerto en el sur de la Florida

Después da asistir al 2X1 de dos grandes bandas del rock moderno actual, Weezer y Foo Fighters, nos queda la idea de que el rock no morirá nunca, ni siquiera en tiempos en los que en el dial de la radio de Miami en vez de la Zeta Rock ahora encontramos a una emisora reggaetonera de lo más chabacana.

El escenario fue el enorme coliseo Office Depot Center de Fort Laudardale, frente a uno de los malls más visitados por los latinoamericanos –el Sawgrass Mills-. Mientras que adentró retumbaban las guitarras y voces, afuera abatía una tormenta tropical que viraba palmeras y varaba vehículos.

Faltando cinco para las ocho de la noche, en medio de un escenario muy semejante a la portada de su último cd “Make Relieve”, el intro de la velada fue con música parecida a la película “El Mago de Oz”, para enseguida mezclarla con la primera descarga de la noche “”Don’t Let Go” de su álbum verde.

El saludo de Rivers Cuomo (voz y guitarra), con un vestuario y lentes nerd, invitando al show de “Foozer”. Y luego, junto a Brian Bell (guitarra), Scott Shriner (bajo) y Patrick Wilson (batería), una tras otra presentaron las canciones nuevas y las clásicas que los acompañan desde hace más de diez años.

Voces y guitarras. Melodías y armonías. Nuevas y clásicas. Lentas y movidas. Así se fue desenvolviendo el concierto de estos cuatro profesionales del garage rock, hasta llegar a la conocida y muy actual “Beverly Hills” que fue la canción que más energía contagió a los asistentes.

Para alguien que no ha oído mucho a Weezer, tal vez se le puede definir como una mezcla de The Cars con Green Day. Pero también hubo el lado suave con el bis al regresar sorpresivamente en medio de la gente al tocar desenchufado y solo con su guitarra el entrañable corte “Island In The Sun”.

Y luego el enganche con la audiencia fue mayor cuando invitaron a alguien que quiera tocar una canción con ellos. Ahí saltó un chico llamado Mike Martínez que cumplía el sueño de su vida. Y al final cuando se van, a uno le queda la sensación de que son más de lo se esperaba. Y eso es decir mucho.

Luego de esperar unos quince minutos, a las 21h39 asomaba un nuevo escenario, cuatro grandes pantallas y un nuevo sonido más fuerte todavía. Era el turno de la banda del exNirvana Dave Grohl, los Foo Fighters.

Sin anuncios previos, peor presentadores, los Foos fueron directo a lo que vinieron: a gustar, a agradar y a impresionar sin pausas entre una y otra canción. Así de frenéticos fueron los primeros quince minutos con poderosos temas como “In Your Honor” o “All My Life” a 300 kilómetros por hora. La ecuación es más gritos es igual a más decibeles.

Grohl no tiene la desgarradora voz de Cobain pero sale airoso porque también tiene el dominio escénico que le otorgan sus tantos años de subir al escenario. Ahí estuvieron sus dos pequeñas hijas y su esposa, a quienes se refirió para elogiar al estado de Florida y continuar con andanada poderosa de canciones como “Best Of You”, “Learn To Fly” y “The Last Song”.

El clímax de la noche no fue precisamente una de sus tantas poderosas y estridentes canciones. Pero si fue la que se considera su mejor canción “Everlong”, que la interpreto, tal como Rivers Cuomo con “Island In The Sun” en “unplugged” provocando una larga ovación.

En la parte final hubo tiempo para “Born On The Bayou” un cóver de Creedence Clearwater Revival y la famosa “Breakout” seguida a coro por la asistencia. No había tiempo para más. Daban las once de la noche y faltó una clásica más “Big Me”. El 2X1 había concluido a cabalidad. Afuera esperaba lo que quedaba de la tormenta para empapar a todos.