sábado, diciembre 17, 2005

Las dos paradojas y los premios Kevin

El momento más duro de todos los días, lo vivo a la cinco de la mañana con cinco minutos, al sonar la alarma del Nokia. Con pies de plomo y semidormido me levanto. Son los segundos más largos y pesados de la jornada. Lo primero que me llega a la mente es el agradecimiento a Dios por el nuevo día y la promesa de “ser justo, no hacer daño a nadie y vivir honestamente”. Pasada la vicisitud solo es cuestión de alistarse y salir a la radio para arrancar con el saludo, el dato de la temperatura y todas las noticias a partir de las seis. Es la pasión de todos los días.

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Justo un día antes de la entrega de premios Kevin a lo mejor de la radiodifusión y televisión cuencana, Ricardo Tello, editor de Diario El Tiempo, me envió una invitación a leer su blog Periodismo Por Dentro sobre periodismo, desde una óptica muy nuestra.

Le escribí acerca de su artículo referente a los premios y reconocimientos que reciben los comunicadores y le comenté que estaba de pleno acuerdo con su opinión de que no se debe practicar nuestra profesión con el objetivo de ganar concursos o ser galardonados. Nuestra misión va más allá de ese aceptable criterio que, al final, resulta ser individualista. De ahí entonces que, por sobre todo, siempre debemos estar al servicio de la sociedad y los más necesitados.

La primera paradoja de esta nota se revela cuando el viernes 16 de diciembre, al día siguiente de este comentario, gané, por tercera vez consecutiva, el premio al Mejor Locutor de Noticias, en la tercera entrega de los Premios Kevin. Debo confesar que no lo esperaba porque ya me lo habían otorgado las dos ocasiones anteriores (1999 y 2003); y, por la reconocida calidad profesional y trabajo desplegado por los otros nominados: Gustavo Cardoso, Hugo Guillermo, Luis Vintimilla y Fernando Valencia.

Desde el proscenio, aproveché la asistencia de tantos comunicadores en el Salón de la Ciudad, para promocionar la Ley Orgánica de Transparencia de la Información Pública, LOTAIP, herramienta efectiva para combatir la corrupción. Terminé agradeciendo el ejemplo de mis padres y el apoyo de mi familia.

Cuando regresaba al asiento de la sala, estreché las manos de los amigos que se acercaron a felicitarme, la complacencia de mi esposa Ofelia y de mi hija María Cristina. Entonces se me reveló la segunda paradoja del día, la de las cinco y cinco de la mañana de todos los días, con esta de las diez y veinte de la noche del viernes 16 de diciembre de 2005.

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Para nuestra empresa radial fue una jornada fructífera la de los premios Kevin. La revelación se llevó Andrés Romero (muy justa, por cierto); la radio más creativa fue Super 9’49 (premio muy esperado); locutor comercial para Patricio Orellana “El Cuervo” (excelente voz y pronunciación); “Bunbury” se ganó el premio al mejor alumno de la Academia de radio. También destacamos a Mariela Ramos y Leonardo Guillén nuestros compañeros de la emisora que ganaron en categorías de televisión. Finalmente se reconoció la trayectoria de Carlos Ochoa, Gustavo Peralta y de mi madre Martha Cardoso de Piedra.

sábado, diciembre 03, 2005

Invasión cuencana


En la lista de éxitos de éxitos musicales de Super 9'49 está por ocurrir un hecho sin precedentes. Cuatro canciones de diferentes intérpretes pueden formar parte de las 20 mejores de la próxima semana, lo que denota sobre todo renovación. (En la foto, Los Zuchos del Vado).

Hasta hace poco, la movida rockera cuencana se centraba en pocos nombres que quedarán en la historia, pero que se desintegraron o se apagaron con el paso del tiempo. Así, Sobrepeso, La Dueña, Bajo Sueños, Basca han dado paso en 2005 a algo que nadie puede detener: la renovación.

Por ahora, tres canciones de bandas de cuencanos se encuentran entre las 20 Casillas 9’49, “Gritos en las Calles” de Mr. Caimán (18), “No Mambes Cuankabronk” de Los Zuchos del Vado (14) y Ángel de Zebra (12) cuyo cantante es el conocido Toño Peña. Sus estilos van desde el grunge con contenido social, la enérgica alegría de la fusión hasta una clásica balada rock.

A estos se puede sumar la banda nóvel Maradona que explora en el terreno de lo pop electrónico con la canción “El Pop Me Devolvió a Carlota”, canción que esta semana fue presentada como Estereolanzamiento.

Salud por ellos y larga vida al rock cuencano.

sábado, noviembre 26, 2005

Soldados de la transparencia

Un día diferente ha sido este sábado 26 de noviembre. Nueve horas seguidas con más de cincuenta futuros comunicadores cerrando su primer módulo de graduación. En total han sido 37 horas en tres fines de semana. El tema: la Ley Orgánica de Transparencia y Acceso a la Información, LOTAIP.

Pese a que muchos tengan aversión a leer un farragoso texto lleno de leyes ordenadas numérica y literalmente, esperamos que el evento no haya caído en terreno árido. Los egresados investigaron que mientras existe este cuerpo normativo desde hace año y medio, sigue siendo ignorado por unos, incumplido por otros y rechazado por unos pocos que quieren mantener en secreto sus actividades públicas.

No hay alternativa, o cumplen la Ley o se van. Así rezan las sanciones. La cultura del secreto en las actividades del Estado tiene sus días contados. Por eso, hoy escribimos a los meses en esta página para decir que nos sentimos satisfechos con haber dictado estas charlas. Estamos seguros que, con solo hacer cumplir el artículo siete de la LOTAIP habremos arrinconado a la corrupción.

Buena por los futuros colegas, soldados de la libertad y la transparencia.

Ahora sí a disfrutar del esperado y, dicen, uno de los mejores conciertos de 2005, el DVD de Green Day "Bullet In A Bible". Y a todo volumen.

miércoles, septiembre 14, 2005

Coldplay ante mis ojos

No todos los días se puede ver a la que muchos llaman la mejor banda del mundo por su popularidad, sus canciones y, sobre todo, por el carismático y elegante Chris Martin. Es Coldplay en concierto vivido por un cuencano y su familia, privilegiados asistentes al anfiteatro Sound Advine de West Palm Beach este martes 13 de septiembre.

Llegar desde Miami al foro es más caótico que si el concierto fuese en Cuenca. Miles de vehículos bloquean cinco millas antes el único acceso, deteniendo el tránsito inclusive desde la autopista Turnpike. Más de una hora para alcanzar el parqueadero. Las casi 20 mil entradas se han vendido todas, pese a ser un día entre semana.

La noche estrellada y la luna creciente contrastan con la sofocante humedad del ambiente. La cerveza –a 7 dólares el vaso- corre por todas partes. La mercadería referente al concierto se vende desde las manillas blancas ONE a las que apadrina Martin hasta camisetas de 35 dólares.

9 y 26 de la noche. Luces en off, gritos en on. Coldplay toma completo control de una audiencia que los adora pese a que empieza con una de sus nuevas: “Square One” del álbum “X&Y”.

Chris Martin, vestido de camisa y pantalón negro, adidas blancos con rayas verdes, con su pelo rizado y su incipiente barba de cinco días se convierte en un poderoso showman y en un exquisito músico.

“Yellow”, uno de sus alfiles, enloquece a todos, mucho más cuando aparecen decenas de grandes globos amarillos que rebotan sobre la multitud y al reventarse esparcen papel picado. Se la canta a coro y muchos levantan sus celulares para transmitirla a sus amigos.

Luego vienen “God Put A Smile Upon Your Face”, “Speed Of Sound” y “Low” en la que invita a todos a tomar fotos. 3, 2, 1 y miles de flashes y clicks hacia Martin que ya es amo y señor. Su voz en falsete, muy típica y difícil de imitar se siente, mientras su cuerpo se arquea, sus rodillas se encorvan como cantandole a Dios.

Luego combina su perfomance con el piano y más coros. “The Scientist” provoca el segundo punto de quiebre cuando suspende abruptamente al minuto de empezada la canción. Martin explica en un acentuado inglés británico, que se acordaba de un médico que le atendió antes del concierto y le arregló su voz.

El elixir solo le duró para la noche de West Palm Beach –gracias a Dios y al doctor-, porque luego se supo que la banda suspendió el concierto en Tampa al día siguiente. La garganta de Martin rendía el alma ante nosotros.

Volviendo a la velada, hubo tiempo para un cover y tributo a un grande Johnny Cash, con la interpretación de “Ring Of Fire” y el momento de ver a los cuatro músicos juntos cantando en desenchufado “Don’t Panic” con el baterista Will Champion dejando los palillos y atreviéndose con el piano. Más ovaciones.

“Clocks” desata la algarabía con un juego de luces láser que se roba el momento. Luego viene “Talk”, en la que Martin pide un celular a uno de los asistentes y canta a algún afortunado al otro lado de la linea.

Llega la primera despedida cuando faltan veinte minutos para las once. Todos sienten que habrá bis. Y así es. Vuelven con “Swallowed In The Sea” y la más aclamada y escénica “In My Place”, en la que Martin se atreve a salir y cantar en medio del público delirante que termina rindiéndose completamente a sus coros. El broche lo ponen con “Fix You” en donde un foco cuelga del escenario comulgando con el mensaje de luz de la canción.

Es el final. Quedan sin cantar “Trouble”. No importa. Vienen los embotellamientos. Esperar otra hora para salir del local. No importa. Mañana, casi todos deben ir al trabajo. No importa. Todo fue por ver a Coldplay, una de las mejores bandas del planeta que esta noche hipnotizó a veinte mil almas del sur de la Florida.

lunes, septiembre 12, 2005

El rock no ha muerto en el sur de la Florida

Después da asistir al 2X1 de dos grandes bandas del rock moderno actual, Weezer y Foo Fighters, nos queda la idea de que el rock no morirá nunca, ni siquiera en tiempos en los que en el dial de la radio de Miami en vez de la Zeta Rock ahora encontramos a una emisora reggaetonera de lo más chabacana.

El escenario fue el enorme coliseo Office Depot Center de Fort Laudardale, frente a uno de los malls más visitados por los latinoamericanos –el Sawgrass Mills-. Mientras que adentró retumbaban las guitarras y voces, afuera abatía una tormenta tropical que viraba palmeras y varaba vehículos.

Faltando cinco para las ocho de la noche, en medio de un escenario muy semejante a la portada de su último cd “Make Relieve”, el intro de la velada fue con música parecida a la película “El Mago de Oz”, para enseguida mezclarla con la primera descarga de la noche “”Don’t Let Go” de su álbum verde.

El saludo de Rivers Cuomo (voz y guitarra), con un vestuario y lentes nerd, invitando al show de “Foozer”. Y luego, junto a Brian Bell (guitarra), Scott Shriner (bajo) y Patrick Wilson (batería), una tras otra presentaron las canciones nuevas y las clásicas que los acompañan desde hace más de diez años.

Voces y guitarras. Melodías y armonías. Nuevas y clásicas. Lentas y movidas. Así se fue desenvolviendo el concierto de estos cuatro profesionales del garage rock, hasta llegar a la conocida y muy actual “Beverly Hills” que fue la canción que más energía contagió a los asistentes.

Para alguien que no ha oído mucho a Weezer, tal vez se le puede definir como una mezcla de The Cars con Green Day. Pero también hubo el lado suave con el bis al regresar sorpresivamente en medio de la gente al tocar desenchufado y solo con su guitarra el entrañable corte “Island In The Sun”.

Y luego el enganche con la audiencia fue mayor cuando invitaron a alguien que quiera tocar una canción con ellos. Ahí saltó un chico llamado Mike Martínez que cumplía el sueño de su vida. Y al final cuando se van, a uno le queda la sensación de que son más de lo se esperaba. Y eso es decir mucho.

Luego de esperar unos quince minutos, a las 21h39 asomaba un nuevo escenario, cuatro grandes pantallas y un nuevo sonido más fuerte todavía. Era el turno de la banda del exNirvana Dave Grohl, los Foo Fighters.

Sin anuncios previos, peor presentadores, los Foos fueron directo a lo que vinieron: a gustar, a agradar y a impresionar sin pausas entre una y otra canción. Así de frenéticos fueron los primeros quince minutos con poderosos temas como “In Your Honor” o “All My Life” a 300 kilómetros por hora. La ecuación es más gritos es igual a más decibeles.

Grohl no tiene la desgarradora voz de Cobain pero sale airoso porque también tiene el dominio escénico que le otorgan sus tantos años de subir al escenario. Ahí estuvieron sus dos pequeñas hijas y su esposa, a quienes se refirió para elogiar al estado de Florida y continuar con andanada poderosa de canciones como “Best Of You”, “Learn To Fly” y “The Last Song”.

El clímax de la noche no fue precisamente una de sus tantas poderosas y estridentes canciones. Pero si fue la que se considera su mejor canción “Everlong”, que la interpreto, tal como Rivers Cuomo con “Island In The Sun” en “unplugged” provocando una larga ovación.

En la parte final hubo tiempo para “Born On The Bayou” un cóver de Creedence Clearwater Revival y la famosa “Breakout” seguida a coro por la asistencia. No había tiempo para más. Daban las once de la noche y faltó una clásica más “Big Me”. El 2X1 había concluido a cabalidad. Afuera esperaba lo que quedaba de la tormenta para empapar a todos.

lunes, junio 06, 2005

Regionalismo, racismo y fútbol

Algunos quiteños no son bien vistos por sentirse superiores por el “privilegio” de ser capitalinos. Miran con displicencia a los de "provincias". Los guayaquileños tienen fama de avispados, charlatanes y embaucadores.

Pero somos los cuencanos los que peores desmerecimientos acumulamos. Nos califican de hipócritas, ebrios, envidiosos y agresivos. Y así, cada ciudad tiene sus adjetivos que desmerecen a sus hijos.

Salen a flote estas “cualidades” y completan una idea de país separado por los complejos localistas en un mundo aparentemente cada vez más integrado por las comunicaciones.

Hay que sumarle otro elemento que nos divide. Es el racismo. Y por más que el ciudadano común diga lo contrario, los ecuatorianos somos prejuiciosos en este tema, por decir lo menos. Lo que menos queremos es parecernos o que nos identifiquen con indígenas y negros.

Viendo así las cosas, por nuestra diversidad y disimilitudes nos pareceríamos a la situación de los Balcanes al estilo latinoamericano. Pero no es así. Hay factores que nos hermanan. Lo acabamos de vivir este fin de semana con ocasión del partido de fútbol Ecuador-Argentina por la clasificación al Campeonato Mundial Alemania 2006.

A mediados de la semana anterior, fuimos entrevistados por CIMA una institución que pregunta lo que significa ser ecuatoriano, trata de descubrir sus flaquezas, sus virtudes, lo que nos une y nos separa. También estuvieron en este encuentro representantes de la agencia de publicidad McAnn Erickson y de Coca Cola Inc. Muchas de las respuestas se pueden obtener de lo que ocurrió la tarde de este sábado 4 de junio de 2005 en el estadio quiteño.

Los goles de Christian Lara y Agustín Delgado, las corridas y los centros de Ulises de la Cruz, el partidazo de Neicer Reascos, la solvencia defensiva de Iván Hurtado y Sombra Espinoza son hazañas realizadas por ecuatorianos del pueblo afroamericano. Ahí, en las tribunas y frente a la televisión o a la radio, todos –costeños, serranos, orientales y galapaguenses- ensalzamos con orgullo y euforia a nuestros seleccionados por el éxito obtenido.

“Ecuador siempre primero, primero en mi corazón…” , la canción que se machaca en todos los medios ampara la celebración que se esparce por las calles del país.

Desde la óptica mundial no fue más que un partido de fútbol. Nada del otro mundo. Pero, desde el punto de vista de fundamentar el concepto de ecuatorianidad fue otra gran contribución.

sábado, junio 04, 2005

Un periodista cuencano llamando al planeta Tierra

Esta es mi primera experiencia en este tema de las bitácoras. Me parece más que interesante al tratarse de una abrir una ventana personal al mundo, en momentos en los que se presenta la paradoja, bien descrita por Kapuscinsky, de que por un lado, como nunca estamos globalizados y, sin embargo, en nuestros medios cada vez hay menos espacio para las noticias del mundo.

Por esta razón, creo que es necesario, para quien le interese, contarle lo que un periodista de Cuenca, Ecuador vive el día a día de un país revoltoso, en el buen sentido de la palabra y que no encuentra la puerta de salida de una crisis de más de ciento setenta años.

Por otro lado, el orgullo -suena pedante pero no lo es- de sentirse habitante de la ciudad de Cuenca, a la que no la cambiara por otra, donde todavía se puede hablar de bondad, honestidad y permanente rebeldía.

Razones existen entonces para abrir esta página.