martes, mayo 05, 2009

La noche en que los Doors sedujeron a Cuenca

A las 21h25 del jueves 30 de abril se apagaron las luces del coliseo “Jefferson Pérez”. Los gritos de cuatro mil gargantas distinguieron, entre las sombras, las figuras de los músicos del proyecto “Raiders On The Storm” que se ubicaron en sus lugares en el escenario. Casi dos horas después, y luego de un bis, éstos abandonaron con rapidez el local en una van, rumbo al hotel con el agotamiento y el bienestar de haber cumplido su misión.


Lo de los dos sobrevivientes de The Doors y sus camaradas, llega a la exaltación. Sus solos rockeros, sus improvisaciones bluseras, sus deseos de sorprender, agradar y mantener la empatía con el respetable, les revela lo que son: monumentales músicos. En ellos no hubo falsas poses de divos, distancias o displicencia. Más bien, un apetito permanente por cautivar y brindarse. Y eso es mucho más que suficiente viniendo de quienes tienen, desde hace rato, un espacio asegurado en el Olimpo de la música contemporánea.


Manzarek y Krieger hicieron el papel de viejos y juiciosos sabios; sus acompañantes, el de aprovechados discípulos y la masa, de sumisa e hipnotizada. El bueno de Ray enfrentó el frío y la altura con café y oxígeno; se puso un gorro de abuelito y levantó la pierna derecha sobre el teclado para tocar con el zapato deportivo parte de un solo de la legendaria “Light My Fire”. Inolvidable.


El diverso público cuencano, entre entumecidos cincuentañeros de cabeza blanca y bufanda, melenudos encuerados de negro y jean e inquietos veinteañeros en camiseta y zapatos converse, aplaudió y festejó cada frase de Scallions, Manzarek y Krieger entre canción y canción; se meneó y bailó “Roadhouse Blues”, “L.A. Woman”, “Break On Through” y otras, e hizo el coro cuando el ex cantante de Fuel lo promovió con sus manos. Mejor sintonía, imposible.


El flaco Jim Morrison asomó y le sellaron su pasaporte en Cuenca cuando una tela, que un fanático llevó, fue recogida y exhibida por los músicos en el escenario, confirmando que su visa no tiene fecha de caducidad. Solo faltó, y me parece extraño, la embrujante y alucinante “Raiders On The Storm”, que incluso le da nombre al grupo y a la gira. Cosas de ellos.


Ni el frío, ni la incómoda espera, ni la grosera humareda de cigarrillos y ni siquiera el deplorable e irreparable sonido que despide el coliseo, pudieron empañar lo que se vió, escuchó y sintió la noche del 30 de abril cuando el Rey Lagarto se contoneó por el barrio de El Batán. Y después de las 11 y 15 de la noche se fue a algún bar del centro histórico a beberse todos los canelazos.

3 comentarios:

Paginas Web dijo...

Yo pienso que para este tipo de eventos de gran magnitud, se deberian usar espacios mejor acondicionados!!!

Anónimo dijo...

Hasta cuando tenemos que pagar para sufrir por un horrendo sonido. NO A MAS CONCIERTOS DE ESTA CLASE EN EL COLISEO. El lugar está máximo para las Kandela y Son y eso porque uno va a verle a Jasú y no a escucharle.

Forkiu dijo...

El deplorable e irreparable sonido que despide el coliseo SI logro empañar el espectáculo. He estado en conciertos intercolegiales en ese mismo local con mejor sonido que el que tuvieron The Doors.