martes, febrero 26, 2008

Jeff, el ministro y los figuretis

Me llamó al teléfono en la mañana de este martes 26 de febrero durante la pausa publicitaria del noticiero de La Voz del Tomebamba. Me dijo: “Jorge, le habla Jefferson Pérez. Quiero agradecerle porque ustedes han sido el único medio de comunicación que ha reaccionado por lo que me dijo el ministro de Deportes”.
Jefferson dijo estar doblemente molesto. Aunque no quiso, pese a mi insistencia, referirse públicamente a la babosada del ministro de Deportes, Raúl Carrión, al hablar con descomedimiento del tricampeón mundial y Hombre Ilustre de Cuenca como “el señor sigue protestando por la eliminación del 5% del ICE... háganle saber al señor que sus pronunciamientos son estériles”.
Jeff me dijo que está dolido con el ministro. Pero, también está afligido porque ha pasado una semana de aquellas despreciables declaraciones de quien se cree “uno de los dueños del circo” del poder y ninguna autoridad ha reaccionado. “Para entregarme la presea de Ciudadano Más Ilustre de Cuenca estuvieron todos los representantes del Azuay, pero hasta ahora nadie se ha pronunciado”, se quejó.
En otras palabras, a menos de cinco meses de su participación en sus últimas olimpiadas en Beijing, el actual campéon mundial de los 20 kilómetros de la marcha, ha perdido la paz necesaria para afrontar semejante reto.
El ministro que dice que le ordena lo que debe hacer el presidente Correa le ha quitado ese cien por cien de concentración que esta hora demanda.La jerarquía, humildad y nobleza de Jeff son tan grandes que no le debería preocupar esta falta de respeto de quien no se merece ni siquiera una respuesta del campeón.
Los vanidosos y prepotentes son como los globos, mientras más suben más pequeños se ven.

viernes, febrero 22, 2008

Quejumbrosos, pero felices

Que los polìticos y la corrupción son lo peor que tenemos. Que nuestras carreteras están despedazadas. Que no alcanza la plata para vivir. Que no más impuestos. Que nos gusta la música sufridora. Que mi pareja no me entiende... Las quejas constantes nos hacen ver una aparente vida de miseria. Y, la verdad sea dicha, para los cuencanos parece ser todo lo contrario.

Un estudio realizado por Luis Pástor, colega profesor de la Universidad del Azuay, para la Consultora Advance, da como resultado que somos más felices de lo que pensábamos. 4 de cada 5 dice haberlo sido en el último mes. Y de estos, los que viven en pareja y están comprendidos entre los 36 y 55 años de edad son los que más gozan de la vida.

El dinero no es determinante para ser felices

La vida familiar es el factor que más alegría y bienestar da a los que viven en Cuenca (89 %). Le siguen la vida amorosa y la apariencia física. Por lo tanto, lo económico se convierte en un factor secundario a la hora de pasarla bien.

El sondeo también pregunta por los miedos. El mayor de ellos es la muerte de un familiar, seguido de la enfermedad o accidente de un familiar. Y las menos felices son las madres que trabajan. ¿La razón? La pérdida irrecuperable del tiempo para ver crecer a sus hijos no compensa con la retribución económica que recibe.

Con estos datos que arroja la investigación de Luis Pastor, a pocos cuencanos les interesará ingresar a la secta de los "Pare de sufrir".

La entrevista completa a Luis Pastor la puede escuchar haciendo clic aquí.

domingo, febrero 10, 2008

Las aventuras de Horatio Caine

Horatio Caine es, para casi todos, el personaje de la serie de televisión C.S.I. Miami. Para mi familia, en cambio, es un perro cobrador dorado -golden retriever-. Tiene apenas un año y tres meses y, pese a su belleza, agilidad y fuerza, sufre, a tan corta edad, una enfermedad incurable.

Horacio, como le decimos, tiene epilepsia idiopática. En términos comunes y sencillos, es epiléptico sin motivo aparente. Sus ataques se presentan cada dos semanas. A veces, son muy severos y largos (en noviembre de 2007 tuvo hasta diez en una hora). Pesa 80 libras y toma un coctel de 9 pastillas al día, entre fenobarbital y epamin. La medicación ha logrado alargar algo sus episodios de ataques.

Durante el último carnaval, lo llevamos a pasear en las playas del río Santa Bárbara en Sigsig. Para Horacio fue como el paraíso, como si siempre hubiese nadado en el agua. Disfrutó como nunca. Pasó empapado los tres días de fiestas y, al regreso a casa, se trajo de recuerdo unas cuantas pulgas de las perras del lugar.

La espectativa de vida de Horacio es corta, dicen los especialistas. Si usted sabe de un caso igual a este, le agradeceríamos mucho que nos cuente su experiencia. Mientras tanto le invitamos a ver el vídeo de nuestra mascota.

miércoles, febrero 06, 2008

Zombis carnavaleros

En estos meses, tres películas demuestran que Hollywood sigue apostando por argumentos predecibles sobre un descabellado mundo desolado, en el que queda un puñado de valientes frente a una plaga de millones de voraces muertos vivientes.

El final es siempre el mismo: la raza humana vencerá y, luego de dos cautivas horas en una sala oscura o en el cuarto de una casa, consumiendo bocadillos y bebidas súper endulzadas o edulcoradas, se cierra el círculo de entretenimiento y márquetin.

En “Soy Leyenda”, Will Smith deambula con una perra pastora alemana por una desolada Nueva York. Los zombis asoman apenas cae la noche. Son rápidos y algo inteligentes. En “28 semanas”, o la segunda parte de “28 días”, el escenario es Londres y los mutantes atacan a toda hora aunque son un poco más bobos que los anteriores. En “Resident Evil: Exterminio”, la sexy heroína Mila Jovovich se deshace de todo tipo de monstruos, desde muertos vivientes hasta enormes mutantes.

Nuestro juego de carnaval se parece a los argumentos de estas películas. En una casa todos están disfrutando una reunión familiar. De pronto se propaga el virus cuando un inocente jarro con agua, cual cuchillo helado, cae sobre la espalda de la primera víctima (o zombi). El desquite es el leit motiv para mojar (o contaminar) al prójimo. Con dos empapados (muertos vivientes) y los demás secos, el juego (la contaminación) se desencadena.

Los secos (seres humanos) tratan de mantenerse así. Corren por todos lados buscando esconderse de los carnavaleros (zombis). Unos se encierran en los cuartos o en los baños. Otros, en los vehículos; mientras los que quedaron afuera serán las víctimas del ataque con agua, maicena, dulce de higos y otras especies.

Los gritos histéricos se mezclan con las risas burlonas y luego del ataque, la víctima se transforma, como en las películas, en victimaria uniéndose a la masa de momias empapadas.

Los contaminados golpean las puertas para pillar a más inmolados que pasarán largas horas de encierro hasta que caiga la noche –al revés de “Soy Leyenda”-, momento en el que los zombis por obra de la vacuna del agotamiento y el frío, regresan a su estado de sensatez, lucidez y sensibilidad.

Y entonces, los sobrevivientes saldrán de sus guaridas para enterarse de las peripecias que sucedieron afuera, pensando que quizás el próximo año se sumen a la legión de felices zombis carnavaleros.