viernes, noviembre 30, 2007

Historias comunes de buseros y chulíos

El bus aceleró el paso. Se colocó junto al pequeño auto conducido por la valiente señora que momentos antes había reclamado por la maniobra violenta y agresiva en el redondel del monumento a José Peralta. El chulío ramplón se asomó a la puerta delantera del armatoste con ruedas y lanzó con fuerza un puñado de monedas contra el carro.

El efecto amedrentador a la señora a más de la destrucción en la pintura del vehiculo se suma a la socarronería con la que se solazaron el busero y su secuaz ayudante. La historia se repite todos los días en las calles y avenidas cuencanas.

Aquí está otro testimonio presentado en la edición del viernes 30 de noviembre en Diario El Comercio:

‘Hasta el sábado pasado, podía decir que en mis 41 años nunca había tenido graves problemas con otros conductores en las vías. Soy comunicador social y por mi especialización en derecho internacional y uso progresivo de la fuerza tuve la oportunidad de trabajar con policías de varios países. Pero eso de nada sirvió al enfrentarme a la ira de un conductor.

Eran las 11:45 del sábado pasado, cuando transitaba por la av. Naciones Unidas, al norte. Me iba a encontrar con un amigo para negociar un ‘software’ aplicable a un negocio de motos acuáticas que tengo en Esmeraldas.

De repente, cuando me encontraba a la altura de la av. Naciones Unidas y Japón, me llamó la atención la presencia de un bus de la Cooperativa Transporsel que venía en sentido oriente-occidente, zigzagueando de un carril a otro.

Cuando el bus me rebasó, yo aproveché para bajar el vidrio de mi auto (un Hyundai Tucson de color crema) y llamar la atención del ayudante. “No seas tonto, vas a matar a alguien. Vuelve a tu carril o llamo a la Policía”, le amenacé. El chofer y el ayudante se rieron.

20 metros más adelante nos volvimos a encontrar. Volví a advertirles que iba a llamar a la Policía. El chofer no esperó nada para lanzar su bus contra mi carro. Eso me obligó a maniobrar.

Cuando me estabilicé, aceleré un poco y me crucé al frente del bus para impedirle el paso. Entonces, marqué por mi celular al 101.

Siempre me indignó la actitud de la gente que decía que no hay que meterse con los ‘buseros’, porque son muy agresivos.

Mientras pensaba en eso sentí que azotaron mi mano. El celular cayó el piso y un puño se estampó en mi cara. Era el ayudante del chofer. Yo me moví al asiento del copiloto y respondí con patadas.

Luego me bajé del carro pensando que me enfrentaría a él de hombre a hombre. Él lanzó el primer golpe, pero yo no pude responderle porque el chofer me hizo una llave en la pierna y caí al pavimento. Luego me patearon en el piso. Yo solo intenté protegerme el rostro.

Luego sacaron un machete. Yo me quedé inmóvil, pero la gente que caminaba en los alrededores se alarmó y llegó para auxiliarme. Yo calculo que fueron cerca de 100 personas. Los agresores se asustaron y se metieron al bus. La muchedumbre ejerció presión y abrió la puerta. Gritaban que por eso era necesaria la Ley de Tránsito y hubo hasta quienes pidieron gasolina para quemar al bus.

A uno de los agresores le sacaron los pantalones y a otro le pegaron.

Una mujer policía intentaba frenar las agresiones, pero era una contra 100. Minutos después, llegó un vehículo misterioso, sin placas; su conductor dijo que era un teniente de la Policía Judicial (PJ). Yo le pedí que se identificara, pero como no quiso me negué a entregarle a los agresores.

El chofer y el ayudante aprovecharon el desorden para deshacerse del machete. Según uno de los testigos, entregaron el arma a un vendedor ambulante.

Luego, cuando llegó un patrullero e hizo las indagaciones, me di cuenta que los USD 200 que llevaba para comprar el ‘software’ ya no estaban en mi bolsillo, los perdí en medio de la agresión que me propinaban ambos.

La reacción de la gente me impresionó una vez más cuando pedí testigos para rendir declaraciones en la Fiscalía. Cinco personas acudieron voluntariamente.

Con la mano rota acudí a rendir mi versión de los hechos , pero me llevé una sorpresa cuando llegué a las instalaciones de la PJ y salió el Fiscal para atendernos en el pasillo. Me preguntó lo que pasó, pero no recogió las versiones de los testigos ni les pidió sus números de cédula, nada. Tampoco ordenó un examen médico legal para mí.

Los implicados decían que yo les agredí, que robé un celular, que les quité las llaves del carro y que robé USD 150 de la caja.

El Fiscal preguntó por el machete, pero además de las declaraciones yo no tenía pruebas para demostrarle que el arma existió.

Después de seis horas mi mano estaba morada y muy hinchada. Entonces di por terminados los trámites y fui a la clínica Pasteur. Por la agresión del chofer y su ayudante debí operarme, a las 20:30. Dos horas después tenía un clavo sujetando mis dedos.

Pese a las declaraciones, Joffre C. y José L. (chofer y ayudante) fueron acusados de infracción por provocar lesiones y su pena fue de seis días de prisión. No estoy de acuerdo con el castigo. Ellos debían ser sancionados por intento de asesinato y no solo por agredirme, pero así es la justicia’.

viernes, noviembre 23, 2007

¡Qué care tucos!

Mal empiezan los asambleístas. Si al desahuciado congreso se le ha criticado con toda razón por los pactos de trastienda, los acomodos de madrugada y el acaparamiento egoísta de la troncha, esta asamblea constituyente repite los mismos vicios. Y eso que todavía no se instalan a sesionar.

Primero, han decidido que en la mesa directiva, que la integran tres, estarán solo representantes de Alianza País. ¿Y para las minorías? Nada. De hecho, hubiese sido bien visto que uno de esos tres puestos sea para uno de los cincuenta restantes asambleístas. ¿Qué miedo tienen?

O será más bien que en Alianza País hay una buena cantidad de pretenciosos que quieren figurar ante las cámaras, pensando siempre en su futuro político, asomando como los mandamases artificieros de la Constitución. Ya les veremos hinchados, crecidos, soberbios y esponjados en la mesa directiva.

Segundo, ganarán más que los diputados. Según investiga Diario El Comercio, su sueldo será igual al de un ministro de estado. El asambleísta gobiernista Fernando Cordero se hace el loco cuando le preguntan sobre este tema. “El sueldo de los asambleístas está fijado en la Senres, de donde hemos escogido la escala de ministros (...) no sabemos exactamente cuánto es, pero nos han dicho que es de USD 3.200”.

La verdad es otra. La investigación de Diario El Comercio desnuda las tretas y engaños del “jefe de la logística” de Montecristi. Léalo usted mismo:

“Sin embargo, según la escala de nivel jerárquico superior de la Secretaría Técnica de Desarrollo de Recursos Humanos y Remuneraciones del Sector Público (Senres), un ministro de Estado está ubicado en el grado 7 de esa escala. La renta unificada mensual para ese grado es de USD 4.150”.

“De este modo, los 130 asambleístas -80 de ellos del movimiento del presidente Rafael Correa- percibirán un sueldo mayor al de los diputados, que en promedio es de USD 3.800 mensuales”.

“Con un sueldo de USD 4.150, se necesitarán USD 539.500 para cubrir el rol mensual de los asambleístas. En seis meses de funcionamiento de la asamblea, esa cifra representa USD 3,2 millones”.

”A este monto de sueldos se deben sumar los salarios de los dos asesores y del asistente de cada asambleísta. Cada uno de los primeros ganará USD 2.500, mientras que el asistente, USD 1.200. Así, en seis meses, se necesitará un total de USD 4,8 millones para pagar a asesores y asistentes”.

Y tómese en cuenta que la gran mayoría de los asesores estará conformada por los amigos o parientes desempleados de los asambleístas, en vez de verdaderos especialistas en temas constitucionales.

Como dicen los manipulados niños en una cuña televisiva del gobierno: negocio redondo para algunos y un mal negocio para el país. ¡Qué care tucos!

martes, noviembre 20, 2007

Ídolo con pies de barro y justicia con pies de plomo

Se dice que las canciones reflejan el estilo de quien las canta. “Rompe” y “Machucando” son dos de los temas más conocidos del puertorriqueño Daddy Yankee, estrella del insufrible reguetón que pasó por Cuenca, con más pena que gloria, la noche del pasado viernes 16 de noviembre.

El cantante con su comparsa de gorilas con enormes medallones molieron a trompadas y patadas a una pareja de guayaquileños, huéspedes del Hotel Oro Verde y, por desgracia, vecinos de cuarto de la tropa de antropoides.

La paliza es carne fresca para los programas de farándula que les representará no menos de una semana de alimento para su soberano: el rating. Por eso no cabe en este blog convertirnos en aves de esa rapiña informativa.

Lo que si nos interesa y nos preocupa es conocer las respuestas de varios por qués relacionados con la impunidad en la que quedó esta fechoría evidente. La conocida y popular frase de “tirarse la pelotita” parece ser la que calza en algunas de las autoridades que no tuvieron la entereza de actuar y encerrar en el calabozo a la bestia boricua y su manada.

Según la señora Cynthia González de Adum, una de las ofendidas junto a su esposo, el deportista Daniel Adum, la golpiza fue un delito flagrante observado, a través de un vidrio, por un grupo de policías que no intervinieron.

Las interrogantes que quedan de este nuevo caso de abuso de poder e impunidad son:

¿Por qué no actuó la policía enseguida y por lo menos sentó un expediente, apenas ocurrida la agresión; y, más bien ayudó a salir del hotel al artista y su séquito hacia el estadio?

¿Sea delito o sea contravención, no ameritaba por parte de la policía detener a los protagonistas del escándalo y recluirlos en el Centro de Detención Provisional (CDP) como ocurre todos los días, en casos similares o cuando se hacen batidas?

¿Por qué el agente fiscal, Dr. Alfredo Serrano, se demoró más de treinta y seis horas en remitir el expediente al intendente de policía Dr. Juan Peralta, cuando ya era tarde para su captura y en momentos en que Daddy Yankee abandonaba el país?

¿Quién intimidó y amenazó por celular al intendente de policía del Azuay si éste tomaba acciones contra los agresores?

Se puede decir que el reguetón es una expresión musical nacida del bajo mundo de las grandes ciudades y que su compás repetitivo augura una pronta saturación y definitivo adios. En sus letras se refleja también la violencia como estilo de vida. “Rompe, rompe, rompe, rompe…” repite el insoportable estribillo de una de las repelentes canciones de este nuevo ídolo con pies de barro. Y romperle el cuerpo fue lo que precisamente le hicieron a quien osó solicitarles con cortesía que no hagan bulla.

Al final, la justicia volvió a actuar con pies de plomo, enredándose en pretextos legalistas que solo propiciaron el indispensable tiempo para que el patán actúe en Guayaquil y abandone el país como si no hubiese pasado nada.

domingo, noviembre 18, 2007

Momentos difíciles

Toda nuestra vida nos pasamos resolviendo problemas. Los más difíciles son aquellos en los que no está en nuestras manos su resolución. Nos quedamos con la respiración contenida. Debemos dejarlo en manos de especialistas y confiar. Y cuando se presentan varias situaciones a resolver, el manual dice que hay que enfrentar el asunto más urgente, tomar la decisión más razonada y tener a mano un plan B.

Nos toca en estos días, como a todos, darle cara a las contingencias, sabiendo que la solución siempre llegará, aunque demore. Es tiempo de la paciencia, de la comprensión y de la confianza en que el alivio y la normalidad retornarán.

miércoles, noviembre 07, 2007

Franqueza descarada

En estos días de discusiones estériles y amenazas de paro por las reformas a la Ley de Tránsito, hemos leído frases de los dirigentes de la transportación que llegan a la categoría de la inocencia atrevida.

Las expresiones se explican por si mismas. No necesitan mayor comentario. Son dignas de ser conservadas en la antología de la insensatez. Propias del nivel cultural de quienes las enuncian.


Leámoslas:

domingo, noviembre 04, 2007

Camino a la perdición

La noche del jueves 1° de noviembre, mientras los padres salían con sus amigos a disfrutar de las fiestas de los ochentas que se ofertaban en el intenso calendario de diversiones del feriado, sus adolescentes hijas e hijos se daban cita en Quinta Lucrecia para disfrutar del concierto de Naty Botero y Fausto Miño. Muchos papás quedaron entonces en recogerles durante las primeras horas de la madrugada.

Cerca de dos mil jóvenes pagaron veinticinco dólares por cada entrada. Los avisos publicitarios prometían barra libre de alcohol y fiesta después de los recitales. Cuando llegó la hora de retirar a sus descendientes del local de la avenida Primero de Mayo, sus progenitores se encontraron con una escena escalofriante: por todas partes, jovencitos en estados terminales de embriaguez fajándose a los puños, otros tantos tirados en el piso durmiendo su borrachera y otros más sacados en hombros por sus amigos.

Mientras tanto, las chicas, la mayoría casi niñas, salían con la mirada perdida y sus tiernos rostros palidecidos por la ingestión alcohólica. Sus vestidos estaban estropeados y manchados. Algunas corrían, tropezaban y caían delirantes en el parque lineal ubicado frente al local de diversión. El escenario era apocalíptico.

Cinco horas antes de empezar el show, llamativas impulsadoras contratadas por la bebida alcohólica auspiciante, recibían, de la manera más irresponsable, con el obsequio de una botella de su producto, sin siquiera averiguar si son o no menores de edad. Luego, en el bar se expendía el licor sin ningún control. Pese a las prohibiciones de ley, nunca se exigió a nadie un documento que certifique su mayoría de edad.

Me pregunto si esto es precisamente lo que quieren las industrias licoreras; es decir, que su grupo objetivo de consumidores, como así le denominan los marquetineros, se amplíe, de la manera más perversa, a los niños y menores de edad.

Es el momento de que alguien defienda a estas nuevas generaciones, a las niñas y los niños. Dejémonos de quejas y denuncias. Es la hora de que algún o algunos padres de familia presenten demandas ante la justicia contra los responsables de estos crímenes y por el daño causado a sus hijos menores de edad.

No es asunto de la próxima Asamblea Constituyente. La actual Constitución, la Ley de Defensa del Consumidor, el Código del Menor y el Código Penal nos amparan.

Caso contrario, estamos llamados a convertirnos en cómplices de la ruina y perdición de nuestra sociedad.