miércoles, febrero 28, 2007

¿De qué “fuerzas vivas” nos hablan?

A propósito del nuevo frente de batalla verbal que ha abierto el presidente Rafael Correa con un sector de Guayaquil, no se ha preguntado usted, ¿quién les nombró “fuerzas vivas” a los que así se autocalifican?

Hoy de nuevo les volvemos a ver a estos personajes salir de sus palacios de la vía a Samborondón para, con la venia de Monseñor Antonio Arregui (léase Opus Dei), decirnos a los ecuatorianos lo que está bien y lo que está mal.

El desfile mediático empezó con la incombustible Joyce de Ginatta con su típica alocución retocada, los eternos dirigentes de las cámaras Rohn y Alarcón, el presidente de la excluyente Junta Cívica, Gonzalo Noboa, y, por supuesto, la plana mayor del apolillado partido Social Cristiano, de la mano del lado encopetado del PRIAN.

Son los mismos señoritos que obligaron a los empleados y trabajadores de sus empresas a marchar por las calles de Guayaquil para apoyar al banquero Fernando Aspiazu. Fue en ese mismo desfile en el que un despersonificado León Febres Cordero, desde los balcones gruñía “Guayaquil no se ahueva, carajo”. Todo por defender a un banquero que perjudicó, tanto a miles de sus clientes, llevándoles a la quiebra y a la muerte, cuanto al Estado, al no transferirle los dineros depositados por los ecuatorianos que pagaban sus impuestos en las ventanillas del Banco del Progreso.

Por “fuerzas vivas” hemos conocido a las instituciones y personas con importancia social y económica, como por ejemplo el cura, el maestro, el médico. Hoy las cosas pueden haber cambiado, aunque no tanto. Otros también pueden formar parte de estas “fuerzas vivas”, pero siempre manteniendo aquello de la jerarquía basada en linajes, poder económico o pergaminos profesionales.

Por lo tanto, hablar de “fuerzas vivas” es hablar de un grupo excluyente. Basta ver cuáles son los que conforman la Junta Cívica de Guayaquil para darse cuenta que es un órgano elitista privado y que, como tal, escoge a sus miembros. Ahí no se encuentran ni los gremios de carpinteros, estibadores, comerciantes minoristas, por solo dar unos pocos ejemplos. En otras palabras, solo unos cuantos toman las decisiones a nombre del pueblo que les mira pasar por las calles céntricas en sus lujosos vehículos con chofer y guardaespaldas.

Por suerte, en el Azuay, si bien hay grupos privados preferentes como el Cuenca Tenis y Golf Club, estos se ocupan de sus asuntos particulares y no se expresan, como no puede ser de otra manera, a nombre de toda la ciudad.

Diferente es el caso aquel que, de tanto en tanto, las cámaras de la producción de Cuenca, dan a conocer sus planteamientos y puntos de vista a nombre de su gremio, pero no tomándose el nombre de la ciudad como ocurre con la Junta Cívica de Guayaquil.

Podremos tener réplicas de doña Joyce, monseñor Arregui y sus pitucos acólitos en Cuenca, pero no los endiosamos en los medios de comunicación. En esto también somos diferentes a los ñaños monos. Gracias a Dios.

lunes, febrero 26, 2007

Meteoro, de carne y hueso

Los hermanos Andy y Larry Wachovski, los mismos que produjeron la famosa trilogía de The Matrix, han vuelto a los estudios de cine en Babeslberg, Alemania para empezar a filmar, a partir de mayo próximo, la adaptación de una de las series de culto más recordadas.
De las memorias audiovisuales de infancia de quienes ahora transitamos por la madurez, no pueden faltar aquellas de “Las Aventuras de Meteoro”, el famoso anime japonés de finales de los setentas que se exhibía en el entonces Canal 5 los domingos a las 18h00.
Entonces, la televisión era en blanco y negro y se encontraba en el proceso de traslado al color. Pese al enorme desarrollo técnico actual, Meteoro fue una aventajada para su época, una especie de The Dark Side Of The Moon para los dibujos animados.
Lo que más fascinaba de Meteoro eran las excepcionales prestaciones del Mach 5, el auto Gran Turismo, diseñado por su padre: sierras delanteras para eliminar cualquier obstáculo, llantas con protección para todo terreno, posibilidad de convertirse en submarino, entre otras. Sin embargo, la más impresionante era aquella que le permitía dar grandes saltos para salvar todo tipo de obstáculos, acompañada de un efecto de sonido inolvidable.
Se le suma a esto la temática del cartoon: Meteoro, un joven corredor de autos que competía tanto en circuitos como en el desierto en el hermoso y deseado Mach 5, un prototipo en esa época y en la actual; su hermana Trixie; su misterioso hermano mayor, el Corredor Enmascarado, que también conducía y ayudaba a Meteoro en los momentos más peligrosos; su hermano menor Chispita con el chimpancé Chito encargados de darle el toque gracioso; y, por supuesto, los villanos infaltables para mantener la atención de millones de televidentes durante media hora.
Otro ingrediente fue la música, sobre todo, la imborrable banda sonora que acompañaba a las competencias automovilísticas.
Ahora Meteoro vuelve de carne y hueso. La ilusión de toda una época le garantiza muchos seguidores. Los amos del merchadising, que ya ha rendido muchos ceros a la cuenta de sus creadores, desde ya se frotan las manos.
¿Y a quién no le gustaría tener en el aparador de su estudio un modelo a escala del Mach 5 y, de vez en cuando, elevarlo con la mano, acompañado del sonido “shick, shick, shick…” y hacerlo saltar del escritorio a la mesa?

viernes, febrero 23, 2007

Con Delfín hasta el fin de sus 15 minutos de fama

Un grupo de jóvenes aniñados de Guayaquil delira y se divierte ante un indígena de Chimborazo que canta y baila la canción del tecno folclor andino “Torres Gemelas”. Lo contrataron por 750 dólares para un concierto privado en una de las mansiones de la exclusiva ciudadela La Puntilla de Samborondón. Es Delfín Quishpe, o simplemente Delfín.

A él lo conocieron no precisamente por medios convencionales como la radio o la televisión, en donde, hasta ahora, no tiene mayor espacio en nuestro país, sino a través de You Tube, la web gratuita que permite colgar a cualquiera videos, desde lo más casero hasta trailers de las películas del momento.

Ahí, los webmasters de la página www.estrellasecuatorianas.com colgaron, desde el pasado primero de diciembre, el videoclip en el que cuenta la historia de una enamorada que muere en el World Trade Center. Desde entonces, su video simplón, que combina imágenes del 11-S de fondo mientras él canta y baila un ritmo alegre, ha sido visto más de seiscientas mil veces.

Cuando lo observé por primera vez, casi me morí de la risa. Es que un tema tan dramático es tratado con total desenfado (la música es alegre, casi infantil, para empezar); la canción no rima; la letra, aparte de las terribles fallas gramaticales, tiene la frase tragicómica “sé que te quedas ya sepultada en los escombros de Torres Gemelas”; el video es un insulto para cualquier realizador –ni siquiera hay concordancia entre audio y representación; y el mismo Delfín se presenta vestido casi como un payaso, con sombrero vaquero y traje blanco de cuero con enormes letras que hacen alusión a su nombre y al Ecuador.

¿Cómo explicar entonces su fenomenal éxito en Internet? Me atrevo a decir que la canción y el video son tan malos que finalmente llegan a ser algo bueno o llamativo, con lo cual cumple uno de los mandamientos kitsch –y lo de Delfín es eso, ciento por ciento-.

O como dice un bloguero: el éxito de Quishpe es por una maldición que consiste en que quien ve el video le comenta a un amigo y éste, llevado por la curiosidad, lo mira y le cuenta a su vez a otro amigo, produciéndose una interminable cadena.

“Delfín hasta el fin”, dice su slogan, ha combinado su afición a la música con las ventas ambulantes en Guamote, el pueblo que lo encontramos a mano izquierda, cuando terminamos de atravesar el desierto de Palmira, rumbo a la sierra norte. Este puede ser el antecedente que justifica su puerilidad e ingenuidad frente a cualquiera que se sienta herido por el video.

Sin embargo, la parte negativa de todo esto no está en la calidad artística, sino en las repercusiones y comentarios racistas que ha generado Delfín, lo que afirma, una vez más, cuánta xenofobia existe y se propaga por Internet.

Ahora bien, entre Britney Spears, las Spice Girls, Paris Hilton, RBD, Rebelde o como se llamen los patéticos mexicanos; o Delfín Quishpe, me quedo con el nuestro. Al menos él escribe las canciones, aunque nos causen mofa y se le nota un poco más auténtico. Al final, si hasta estoy pensando en pasar “Torres Gemelas” a mi i-pod, para reirme de la vida y de mi mismo. La frase que más gracia me causa es la que me sirve para cerrar este blog: ¡No puede ser… Noooo! ¡Ayayayyy!

miércoles, febrero 21, 2007

Carnaval con la garganta atorada

A quien le tocó viajar a Gualaceo, Paute, Chordeleg o Sigsig durante la mañana del domingo de carnaval debió tener primero: una enorme dosis de paciencia; y, segundo: aire acondicionado en el carro, si no estaba condenado a recibir baldazos y bombazos de agua de parte de los carnavaleros de la carretera y llegar a su destino completamente empapado.

El atoramiento de vehículos se iniciaba 300 metros antes del puente de Guangarcucho. El primer cambio de genio lo provocan los “listos” que se burlan de la fila, avanzan vertiginosos y se cuelan a la fuerza cuando asoma otro vehículo en contravía. Luego, los “giles” que cumplimos la única hilera posible, nos damos cuenta que a lado derecho, carril prohibido para aventajar y al borde de la cuneta, va llegando otra legión de “vivos” que arman otro carril. De pronto, nos pasa un bus de “Express Sigsig” a menos de diez centímetros poniendo a temblar a todos porque casi nos fue rozando. Y ahí sí, estamos al borde del altercado que no se produce porque al final las columnas avanzan perezosamente hasta El Descanso. Allí, policías despistados pedían papeles a cada uno de los miles de choferes que a esa altura ya sumaban media hora de atraso. Y eso que apenas habíamos llegado a la boca del Tahual.

Cruzar la estrecha garganta del Tahual y La Josefina lentamente no es muy estimulante que se diga para quien vivió de cerca, y en esos lugares, la tragedia provocada por el deslave del cerro Tamuga en 1993. Lo único que uno anhela es terminar de pasar en medio de esos frágiles riscos y la enorme montaña de alfeñique, mientras se contiene la respiración y las baladas de Coldplay tratan de aliviar el malestar.

Pero no, a 500 metros de La Josefina, de nuevo el tráfico frenado y otra vez los “vivos” y las iras de todos. Otra media hora más perdida hasta pagar el dólar. Ese día pasaron por ahí 7.740 vehículos, un récord para una vía de un solo carril de ida y otro de vuelta.

Luego del peaje, el tráfico avanza con una lentitud que impacienta, hasta que se llega a Gualaceo. En su primer redondel, dos policías desvían el tráfico, “porque hay un desfile” en la vía principal, la Jaime Roldós. Otra media hora más que obliga a atravesar por medio del balcones y azoteas llenas de carnavaleros a la caza, sus dos abarrotados mercados, el calor sofocante y la incertidumbre por la falta de señalización.

Por fin regresamos a la vía principal y de allí hasta La Playa del Sigsig, nuestro destino, otra media hora más aunque sin tardanzas. Ahí esperaba la fiesta del carnaval familiar. Tanta espera finalmente valíó la pena. Una celebración así solo se da una vez al año, aunque para el próximo tomaré la carretera El Valle-La Unión que, aunque está destrozada como casi toda nuestra vialidad, es preferible al padecimiento de franquear el Tahual y La Josefina en hora y media.

domingo, febrero 18, 2007

Cuenca la aburrida, bajo su decrépito abolengo

A mediados de 2004, el diario Hoy publicó que la ciudad de Cuenca es, para los turistas, linda pero aburrida. El diagnóstico ordenado por la Corporación de Turismo indicaba que el promedio de permanencia en la ciudad es de apenas dos días y medio.

Aquello de aburrida se refiere en general a la vida nocturna. Y es que, muchos paseantes guardan fuerzas para las emociones fuertes que esperan encontrar en bares, discotecas o burdeles.

En cuanto a tabernas y lugares de baile, la oferta ha crecido desde esa fecha sin duda. Hay establecimientos de muy buen nivel que ofrecen buena comida, diversión, música en vivo y promociones atractivas. La mayoría están ubicados en el centro histórico con las consiguientes molestias a los vecinos.

Pero acerca de esa otra diversión, la sexual, que buscan sobre todo los visitantes masculinos, Cuenca sigue siendo entonces un pueblo retraído. Más allá de las infelices y marchitas mujeres que se venden en las calles del Terminal Terrestre, Chola Cuencana o 9 de Octubre; de los malolientes prostíbulos del sector de los Tanques de Agua o barrio Cayambe; de algún burdel escondido en el subterráneo de un edificio; o, del restringido servicio vía celular de “acompañantes”, nuestra sociedad seguirá despertando bostezos si de este tipo de esparcimiento se trata.

Podrá decirse que Cuenca es una ciudad muy progresista. La mayoría de sus habitantes ideológicamente está ubicada del centro izquierda hacia la izquierda. Pese a esto, el cuencano no es un “open mind” (mente abierta). Sigue manejando su vida bajo costumbres conservadoras y atávicas. Las palabras “señorío”, “prosapia” y “alcurnia” todavía son utilizadas para exaltar a algún político necesitado de “buenos” adjetivos –recuérdese las ridículas alabanzas en el canal 2 de tv en la campaña política gratuita del padre César Cordero Moscoso a favor de su pariente candidato derrotado a la a reelección en la alcaldía; o, los remitidos de los pro-hombres suplicando el voto por el mismo candidato bajo parecidas argumentaciones-.

¿Estamos cambiando los cuencanos? O más bien ¿seguimos manteniendo los mismos valores tradicionales? Para ir más directo: ¿Aceptaríamos que nuestros hijos se casen con alguien considerado de una “casta” inferior a la nuestra, así sea una buena persona, buen profesional y prometa felicidad y prosperidad; o preferimos a quien por delante presente un apellido hispánico bien valorado por esta sociedad mojigata e hipócrita, así éste sea un inculto, alcohólico y soez?

martes, febrero 13, 2007

Mi frase favorita del profe Kapu

“Para ejercer el periodismo, ante todo, hay que ser buenos seres humanos. Las malas personas no pueden ser buenos periodistas. Si se es una buena persona se puede intentar comprender a los demás, sus intenciones, su fe, sus intereses, sus dificultades, sus tragedias”.

La irrevocable frase es de Ryszard Kapuscinski, escritor, periodista, maestro y ensayista polaco recién fallecido el pasado 23 de enero. Se la encuentra en su obra “Los cínicos no sirven para este oficio”, manual obligado de la ética de la comunicación.

Tomamos la máxima para generalizarla a todas las profesiones. No solo los periodistas deben ser buenas personas para ejercer su oficio. Desde el acucioso cirujano en cuyas manos está la vida del paciente, hasta el taxista que cobra la tarifa justa, todos los trabajos tienen su deontología que comulga en la bondad del ser humano.

De ahí que nos preguntamos ¿qué es preferible: un viejo curuchupa honrado o un joven izquierdista desvergonzado? Dicho en otras palabras, ¿en dónde está el verdadero valor de las personas: en su ideología o en su integridad?

Ante el conflicto que representa en estos días escoger a los ciudadanos que ocupen puestos en la administración pública del gobierno del presidente Rafael Correa, vemos que, en la mayoría de los casos, el tradicional e impúdico palanqueo está en casi todas partes.

Ya habíamos aludido en anteriores ocasiones a los chuchumecos o goleadores que, aprovechando de su oportunismo, revolean sobre los ministerios y gobernaciones, cual aves de rapiña para atrapar la presa deseada.

De ahí que el contenido de la frase del profesor Kapuscinski debe servir como el requisito más importante conjuntamente con la adecuada preparación y especialización para que los secretarios de estado y gobernadores sepan escoger a los nuevos funcionarios públicos.

Se puede averiguar si honran sus deudas, si pagan lo justo a sus empleados, si no tienen antecedentes penales, si no han sido denunciados por sus esposas por maltrato doméstico, si son adictos al alcoholismo u otra droga o si fueron buenos estudiantes en su carrera formativa; por mencionar algunos ejemplos.

La tarea no es fácil, aunque sí es posible en una sociedad cerrada y curiosa como la cuencana en la que todavía podemos decir que conocemos algo del entorno del nuevo funcionario.

Para quienes se estrenan en la administración pública les dejo otra frase del inolvidable Kapuscinski: “La mía no es una vocación, es una misión”.

sábado, febrero 03, 2007

El gato vuelve a ronronear

Su cálida voz y sus melodiosas canciones han acompañado a los cuencanos veinteañeros de los setentas y ochentas. En ese tiempo, igual que ahora, había música buena y música desechable. Y la de Cat Stevens encaja en la primera.

Casi tres décadas después, uno no se cansa de oir “Father And Son”, “Oh Very Young” o “Peace Train” por nombrar, casi al azar, tres de sus portaestandartes.

Entonces, la música se escuchaba en equipos de música –radiolas-. Los formatos eran el vinilo y el casete. Luego llegó el walkman –el i-pod de esos tiempos- y los equipos de música para los vehículos, todo un lujo, porque pocos eran los que tenían carro y menos aún los que los equipaban con buen sonido.

Reunirse una soleada tarde de sábado o una fría noche de fogata con amigos alrededor de una camioneta con las puertas abiertas y escuchar la colección de grandes éxitos del británico fue una costumbre de esos tiempos.

La canción más frecuentada era “Wild World”, a más de las arriba mencionadas. Su música era balsámica. Apaciguaba al rockero más radical y ejercía un poder hipnotizante y seductor con las chicas.

A inicios de los ochentas Cat Stevens fijó sus metas espirituales y decidió convertirse al islamismo, después de un accidente en la playa de Malibú, California –casí se ahoga-. Con el Corán bajo el brazo, adoptó el nombre de Yusuf Islam y le dijo hasta luego a la música occidental.

A los que nos gustan sus melodías, los siguientes años nos tocó rescatar desde sus primeras grabaciones hasta “Back To Earth”, pasando por la poco digerible “Numbers” y la latinizada “Izitso”. Así descubrimos maravillosas canciones como “Moonshadow”, “How Can I Tell You” o “Last Love Songs”.

En 2004 se editó “Musikat”, un dvd que recoge un concierto de 1976 en Estados Unidos, videoclips, entrevistas y otros extras. El video se puede conseguir sin mayor esfuerzo a $1,50 la copia pirateada. A través de la popular página de You Tube también se pueden ver algunas de sus perfomances.

A finales de 2006, Yusuf decidió volver a ser Cat Stevens y lanzó el cd “An Other Cup”, en el que si bien no se aleja de la onda mística, nos entrega diez nuevas composiciones y el admirable cover de “Don’ Let Me Be Misunderstood” de Nina Simone, pero más conocido por la ejecución de los Animals y Santa Esperalda; cuya letra aprovecha para explicar a los que todavía no entienden su mutación intelectual.

¿Cómo suena Cat Stevens, perdón, Yusuf, 28 años después? Su voz sigue siendo muy afectuosa y un poco más grave. Sus canciones son igual de minimalistas, originales y gustan a la primera escucha. Las letras, si bien no se alejan de Alá, tampoco deben afectar a quien tenga la mente abierta.

Para los nostálgicos del romanticismo de aquel muchacho que vivía a una cuadra del Picadilly Circus de Londres, hijo de un griego ortodoxo y de una sueca metodista, educado en un colegio católico, hippie buena onda, que ha vivido en Jamaica, Brasil y en medio mundo musulmán; les recomendamos dos canciones “Greenfields, Golden Sands” y “Maybe There’s A World”.

Algunos pensarán que vuelve por el dinero. Él ha dejado en claro al indicar que fue su hijo el que le instó al entregarle de nuevo una guitarra. Además, con los sesenta millones de discos vendidos, plata no le faltará al nómada –gato al fin- de la voz aterciopelada.