viernes, noviembre 28, 2008

Nueva forma de asalto en Cuenca


Son dos compinches. Aunque no caminan juntos, buscan víctimas. Uno, generalmente de buena presencia, la distrae y el otro aprovecha el desliz y arrancha. Atacan a los conductores de vehículos que están solos. Prefieren a las señoras y a las personas de la tercera edad. Uno llama la atención del perjudicado simulando un daño en el carro, golpeandolo con un tornillo o una patada o “comidiéndose” a informar de algún peligro inminente.

El otro, aprovecha la confusión y se lleva lo que alcanza a tomar del interior del coche. Corren por las aceras y desaparecen al virar la esquina. En su fuga se cambian de pelaje lo que los vuelve difíciles de identificar. El botín, que suele ser una cartera, un maletín o una computadora portátil, lo esconden dentro de una bolsa grande.

La fechoría se repite todos los días en las calles y avenidas de Cuenca. El delito es una especialidad de peruanos o costeños. Si son pillados, pasarán pocas horas en el Centro de Detención Provisional (CDP). Siempre habrá un abogado secuaz para estos rufianes.

Cuando un valiente perjudicado interpone una acusación contra el bandido, a los pocos días asoma en su domicilio la supuesta esposa cargada de cinco hijos, el mayor de cinco años y el menor un recién nacido, para suplicarle que deseche la denuncia "porque se están muriendo de hambre".

Si la táctica sentimental no resulta, el ofendido recibirá la visita del abogado y un par de “hermanos” mal encarados del maleante para forzar una componenda. Si fracasa la gestión, el plan C contempla las amenazas, primero encubiertas y luego terminantes, a través de llamadas telefónicas anónimas de celulares clandestinos.

La víctima, nunca antes mejor expresado este término, acabará por darle la absolución ante los peligros inminentes, retirando la acusación en el juzgado. Y los pillos, incluyo a su defensor, seguirán viviendo de las tinieblas del crimen.

Hoy con estrenada Constitución, la reforma al Código de Procedimiento Penal se vuelve emergente. La víctima que acusa debe gozar de protección, por lo menos de su identidad. Ni siquiera el indiscreto secretario del juzgado debería saber de él y peor de sus demás datos personales como domicilio, teléfonos o lugar de trabajo.

¿Es esto pedir mucho?

miércoles, noviembre 26, 2008

Los buenos muchachos de Correa


Parto de dos cosas:

1) El programa “Buenos Muchachos” nunca me ha convencido. Sus parodias me han parecido muy agresivas, de crítica grosera. Mucho más cuando reprocharon a David “El Lobo” Burbano que vivía sus quince minutos de fama.

2) El presidente Correa, en general, está haciendo las cosas correctas. En seguridad, en lucha contra la corrupción, en quitarles los excesos a los sindicatos, en rehabilitar hospitales, escuelas y colegios, pasa el año con buena nota.

Sin embargo, no puedo estar de acuerdo con la decisión de la dirección de GAMA, de silenciar el programa porque se iba a parodiar al primer mandatario y criticaba sus contradicciones sobre las incautaciones a la Agencia de Garantía de Depósitos. El canal confiscado por la AGD es administrado por Carlos Alvarado, uno de los buenos muchachos de Correa.

A nadie del gobierno de George Bush en Estados Unidos se le ocurre censurar a Michael Moore por burlarse del presidente o al comediante Bill Maher por satirizarle hasta el agotamiento a la excandidata republicana Sarah Palin.

Si el programa “Buenos Muchachos” cae en la injuria o en la difamación, el mandatario tiene todo el derecho para acudir a los tribunales. Ya lo ha hecho con el diario La Hora. Pero, de ahí a censurarlo, estamos hablando de otro nivel en las deplorables relaciones con los medios de comunicación.

Luis A. de Bonald dijo “Un estado puede ser agitado y conmovido por lo que la prensa diga, pero ese mismo Estado puede morir por lo que la prensa calle. Para el primer mal hay un remedio en las leyes. Para el segundo ninguno. Escoged pues entre la libertad y la muerte”.

lunes, noviembre 24, 2008

Recordando al ingeniero Salgado

De figura menuda, barba tupida y mirada atenta detrás de sus gruesos lentes, el leal profesor del Benigno Malo, ingresaba siempre, con su impecable traje de casimir, chaleco incluido, durante las primeras horas del día, a dictar sus clases de Matemáticas y Geometría. Su prolijidad para enseñar la asociaba con la pasión por el colegio centenario.

Sus trazos sobre la pizarra verde de madera con tizas de colores y dibujos eran impecables, a mano levantada, de círculos y rectas o directrices como él las llamaba; su depurado y perseverante estilo de enseñanza le llevaba a repetir las fórmulas las veces necesarias para el aprendizaje.

Su fascinación por la vida le llevó entonces a plantear retos que los superó con largueza: llegar a 1992 para celebrar los 500 años del descubrimiento de América o alcanzar el año 2000 y el nuevo milenio. Su astucia para esquivar las enfermedades y la muerte fue la lógica: la actividad física habitual, como caminar con agilidad desde su casa de la calle Sucre, junto al exFilanbanco, al Cajas, a 30 kilómetros.

Han pasado más de 30 años de aquellas imborrables clases de un maestro emblema del Benigno. Hoy conocemos de su fallecimiento que le sobrevino sentado en el apacible magnífico paraje de Tres Cruces, del Cajas al que tantas veces visitó, a tres mil metros de altura. El ingeniero Vicente Salgado, como dice el lema en latín inscrito en el escudo del colegio que tanto respaldó: Alta Petens, parte con la mirada al frente y hoy está aspirando las alturas.

domingo, noviembre 23, 2008

Música fuera de moda, modelo 2008

No son expertos jugadores de Guitar Hero o Rock Band. Son cuencanos de la vida real. Integran La Doña, una banda iluminada en el rock progresivo de Rush, Jethro Tull y Dream Theater; Mantra, Secoya y Toño Peña. Presentaron un tributo a tres ilustres grupos de los setentas en el atiborrado teatro Sucre.

Y en verdad, fue más de lo que esperábamos. Las adaptaciones de Led Zeppelin con Toño Peña en la voz y la guitarra de Pancho Urgilez; de Deep Purple con Mantra terminando en un jam con todos los músicos; y, del trío canadiense con La Doña dejaron complacidos a todos.

En 1987, a pocos metros de ahí, en el teatro Casa de la Cultura, se presentó “Música Fuera de Moda” por dos noches seguidas, con un grupo de músicos quiteños asentados en el evocado dúo Umbral. Entonces, Pancho Prado y Nelson García brillaron al lucir versiones de Pink Floyd, Billy Joel, América, Simon and Garfunkel, entre otros.

Antes aún, los recitales de los años ochenta en Cuenca tenían a Superstar Band haciendo covers de grandes bandas. Se distinguía el largo metraje rockero “Fool’s Overture” de Supertramp con Vancho Escudero en el papel de Roger Hodgson.

Hoy, la nueva prole de rockeros se lo toma más en serio. Hay más espacios y oportunidades para desplegar su arte. Pese a la transformación, ser músico en Ecuador sigue siendo una mala opción para quien quiera tomarlo como fuente de sustento. Pocos paran la olla con solo subirse a los escenarios. Lo de estos jóvenes músicos no va por ahí. Lo miran como una forma de autorealización personal y, sobre todo, de regocijo.

Por eso, la noche del sábado 21 de noviembre de 2008 fue una velada de esparcimiento para la hermandad rockera cuencana. La audiencia se enchufó con esa felicidad mucho más cuando apenas pagó $2,50 por el boleto. Una ganga para tanta demostración.

Rescato la versión de “YYZ”, el impresionante corte instrumental de Rush, con solo de batería incluido, como ordenan los códigos rockeros. No es Neil Peart, ni tampoco una emulación de Rock Band o Guitar Hero. Es José Quinteros en los palillos, Cristian Tenorio en la guitarra y Juvenal Ortiz en el bajo. Disfrútenlo:


domingo, noviembre 16, 2008

Colisión musical y generacional (videos)

En una misma fila de asientos se encontraban jóvenes de larga melena junto a abuelitos abrigados con bufandas. Al frente, el escenario recibía a la Sinfónica de Cuenca y a cuatro bandas rockeras: Dharma, Jetzabel, Bajo Sueños y Basca.

La fusión supuso el riesgo de convertirse en un frankenstein. Pero no fue así. Los antecedentes tranquilizaban a los organizadores. Metallica, el rey indiscutible del heavy metal, brilló en 1999 junto a la Orquesta Sinfónica de San Francisco dirigida por Michael Kamen. Le siguió los pasos Scorpions de Alemania con la Filarmónica de Berlín (2001). En América Latina, Gustavo Cerati también lo hizo en “11 Episodios sinfónicos”, aunque solo con su voz, dejando lo musical a 43 músicos de orquestas argentinas.

En Cuenca, la propuesta del maestro Patricio Álvarez Tapia, pudo haber sonado, para algunos, descabellada o, por lo menos, imprudente. Pero los tiempos cambian y el proyecto se hizo realidad las noches del 13 y 14 de noviembre de 2008 en el Salón Mazán del Centro de Convenciones del Mall del Río.

Mientras los músicos de la sinfónica ocupaban sus lugares en el escenario, un grupo de percusionistas, desde la parte posterior del auditorio dio inicio al híbrido musical.
La noche se inauguró con cuatro canciones de Dharma que opacaron con sus instrumentos a la orquesta, con lo cual la combinación de géneros no se dio. La sinfónica hizo el intro y desapareció oscurecida por las guitarras, batería y bajo de los rockeros. Lo mismo sucedió con Jethzabel y sus tres escogidos temas de rock progresivo e instrumental.

Lo mejor de la amalgama musical llegó con Bajo Sueños. Por fin se sintió la sociedad de instrumentos clásicos y eléctricos. Canciones como “Otoño” y “La silueta de tu sombra” arrancaron coros y resonadores aplausos de los concurrentes. “Nada de amor” fue el apogeo de la gala con la sinfónica bien sincronizada con los rockeros y el auditorio temblando por el zapateo.

El trecho final de la noche quedó en manos de Basca. La enérgica banda metalera ecuatoriana cumplió su cometido, aunque su potencia atenuó a la sinfónica. A esta hora, algunos rockeros sacudían sus cabezas hacia abajo, sin mirar el show, como zombis trastornados. El dolor de sus músculos del cuello llegará al siguiente día.

La salida del auditorio evidenció lo que había sucedido dos horas antes. Los abuelitos más abrigados que nunca con sus bufandas que les cubría medio rostro caminaron junto a rockeros de casaca de cuero y jean; los unos buscando el cobijo de la cama y los otros que la juerga continúe por unas horas más.

viernes, noviembre 07, 2008

El show secreto de AC/DC a 5.000 kilómetros de Cuenca (videos y fotos)

La atenta invitación en inglés de los ejecutivos de Sony Music indicaba que la célebre banda AC/DC iba a ofrecer un concierto secreto para tres mil asistentes, 350 de los cuales venían de todo el mundo. Uno de ellos era este servidor.

Fue como un buen ejemplo para los seguidores de “El Secreto” y su “ley de la atracción”. Durante el último año había manifestado mi deseo de viajar a Nueva York. No la había visitado desde hace más de 27 años. Por otro lado, tres días antes del ofrecimiento, había sentido y expresado mis anhelos de ver un concierto de los australianos que arrancaban su gira mundial a finales de octubre.

Cuando me lo propusieron, no lo pensé dos veces. Estas oportunidades son únicas en la vida. Me ofrecían una invitación VIP al concierto, dos días en el hotel Marriott Marquis ubicado en el corazón de Manhattan, justo frente a Times Square y traslados al “lugar secreto” a dos horas de la Gran Manzana. “Solo” me tocaba cubrir el costo del pasaje que, frente al alcance de la invitación, casi se volvía un asunto accesorio.

La cita era el domingo 24 a las 3 de la tarde en una de las puertas del imponente hotel en donde los invitados del resto del planeta, identificados por sus casacas negras de cuero y blue jeans, recibimos las entradas y gafetes VIP. Antes de subir a los buses, cruzó caminando frente a nosotros, con un largo y elegante abrigo negro y botas, la actriz Marcia Cross, la minuciosa “Bree” de “Desperate Housewives”. Pelirroja, pálida y sonriente, despertó la admiración de todos y desapareció en medio de la muchedumbre. No hubo tiempo para la foto.

El viaje a Wilkes-Barre en Pennsylvania duró menos dos horas en una soleada tarde que reflejaba los bellos paisajes de los árboles que en pleno otoño cambian de color y dejan caer sus hojas. El transporte nos depositó en las afueras del coliseo Wachovia, lugar en donde el deporte favorito es el hockey sobre hielo. Es de los modernos foros norteamericanos para unas 30.000 personas de capacidad. Mucho frío afuera, pero con calefacción adentro, tanto que incitaba una cerveza helada cuyo vaso costaba 7 dólares.

Nos tocó una ubicación de privilegio: a unos 15 metros del escenario principal y a un metro del corredor central por el que más tarde pasarían varias veces Bryan Johnson y Angus Young. A nuestra derecha estaba Juan Carlos, locutor de Radioactiva de Bogotá y dos chicos que habían ganado un concurso en Colombia para asistir al evento. Muy amables y locuaces. A nuestra izquierda, un entusiasmado japonés repetía “I’m so excited. I’m so excited…”. Detrás de nosotros otro japonés vestido a lo Angus con cachos iluminados. Delante teníamos a dos descomunales gringos de casi dos metros de altura. Uno de ellos lucía con orgullo un tatuaje del guitarrista de la banda grabado en toda su espalda.

El espectáculo de más de dos horas fue de lo más soñado. Todas las canciones clásicas de ellos, incluso aquellas que las cantaba el desaparecido Bon Scott (“Highway To Hell”, “Dirty Deeds Done Dirt Cheap” o “Whole Lotta Rossie”) y solo dos nuevas (“Rock n’Roll Train” y “Black Ice”). Después de tantos años, a los AC/DC se los ve intactos y como siempre: rockeando y divirtiéndose. Para ellos no hay preocupaciones sociales ni políticas en plenos días de elecciones en Estados Unidos. Lo de ellos es básico y crudo: rockear, divertirse y punto.

En lo musical, uno no deja de sorprenderse por los inagotables riffs de los hermanos Young que, en cada disco, imprimen en nuestra memoria. Son una máquina de hacer hits en donde parece inagotable el inventario. Ellos se han encargado de ubicarle al rock en el sitial de insurrección y perpetuidad. De ahí, que no sorprende que una calle de Madrid o un día del año en una ciudad de Canadá sea dedicado a la banda; o que, el día del cumpleaños del mítico guitarrista, Burguer King regale hamburguesas Angus a quienes se llaman así.

Uno de los momentos cumbres del espectáculo es cuando la rápida “Let There Be Rock” se convierte en el solo de guitarra perfecto con Angus tirado de espaldas en el suelo de una rampa que se eleva y desciende en medio del delirio de todos. A uno le deja una enorme admiración por el virtuosismo, acaso mágico, de este ilustrado de las seis cuerdas.

Con la camiseta oficial del tour -35 dólares de por medio-, regresamos con los oídos tronando en el bus número 4, cuyo chofer pese a tener el eficaz GPS, se perdió. A las 12 y 30 de la noche, el Marriott Marquis nos recibía con el cansancio y la satisfacción de haber cumplido un sueño de toda la vida a 5.000 kilómetros de Cuenca.

Nacía el lunes 27 de octubre, para cuya noche nos esperaba en New Jersey, Chris Martin y Coldplay. Pero esa es otra historia.