lunes, julio 24, 2006

El mejor de los reconocimientos

Se llama Norberto Flores. Llegó a la radio una mañana de lunes de junio. Debe tener alrededor de los cincuenta. En sus manos llevaba fotocopias de deseperados avisos de la desaparición de su hija Ana Paulina de 18 años de edad. Pidió ayuda para encontrarla. Habló en el programa Micrófono Abierto y contó que ella había venido a Cuenca para presentarse al llamado de matriculas de la Policia. Su último contacto había sido la mañana del viernes anterior cuando le llamó para contarle que había llegado bien y estaba lista para presentarse.

A partir de ese momento, ninguna otra llamada. Ninguna señal de vida. En Quito, él y su familia entraron en desesperación la tarde de ese viernes. Al día siguiente estaba en Cuenca buscándola. El lunes, en medio de las lágrimas pedía información y ayuda para localizarla. Nos comprometimos en transmitir los avisos durante varios días, por supuesto, sin ningún costo.

Hace pocos días nos llegó una carta con buenas noticias. En la misma, el señor Flores nos contó que encontró a Ana Paulina y nos recordó que había acudido a nuestra emisora en busca de ayuda para poder encontrarla. Nos dice, "ustedes no dudaron. Su ayuda fue muy importante para dar con el paradero de nuestra hija".

Al final de la carta, dejaba constancia de su "eterna gratitud y agradecimiento" y nos augura éxitos en nuestra labor.

Comunicaciones como esta, de un hombre sencillo del que posiblemente nunca más sepamos de él, son, de largo, mucho más gratificantes que las alabanzas de cualquier autoridad que uno escucha frecuentemente. Esa sencilla carta del señor Norberto Flores la guardamos como un recuerdo imborrable y como el mejor de los reconocimientos.

domingo, julio 16, 2006

Nostalgia y éxtasis: Alan Parsons en Quito

La segunda parada del legendario músico británico Alan Parsons en Latinoamérica ocurrió la noche del viernes 21 de enero de 2005 en el Ágora de la Casa de la Cultura de Quito cuando presentó el recital "The Alan Parsons Live Project".

Característica fría noche quiteña. Por lo menos no llovía. En los alrededores del Ágora los revendedores compraban entradas, lo que constituía un anuncio de lleno en la sala. Ingreso desordenado. Poca iluminación. Cacheo a medias (casi no era necesario porque la edad promedio de los asistentes era de cuarenta años y de nivel cultural irrecusable).


Adentro, modelos de Bellsouth, auspiciante del evento, regalaban cojines solo a los asistentes a VIP ($45) y Super VIP ($70) -además habían generales ($25)-; mientras en dos pantallas se proyectaba el video de un concierto de Franco de Vita, próximo artista en presentarse.


Con una demora de 15 minutos, a los 8 y 45 de la noche un pregrabado de Cristian del Alcázar anunciaba "el primer gran concierto del año" ante una asistencia tranquila, hasta que apareció la figura de Alan Parsons, metido en un saco tres cuartos negro, 55 años cumplidos el pasado 20 de diciembre, un metro 85, barba y pelo tupidos, aunque sin canas (¿se las pintará?); acompañado de Godfrey Townsend (guitarra), Steve Murphy (batería), Manny Focarazzo (Teclados), John Montagna (bajo) y P.J. Olsson (Voz).


Tratándose, ante todo del ingeniero de sonido de los Beatles y Pink Floyd, la lógica planteaba que la perfomance de los músicos iba a ser impecable. Y así fue, pese a que Parsons no cuenta con Eric Woolfson desde 1992, ni con las alineaciones de sus primeros 6 cds -los más conocidos-. Sus discípulos, si así se les puede llamar a los integrantes de su banda, demostraron porqué fueron escogidos. Mención especial para el baterista Murphy por su despliegue y por cantar "Breakdown" con la solidez que exige el tema.


El concierto se centró en una sinopsis de a carrera artística de Parsons, con los temas más importantes de sus primeros álbumes; desde "Tales of Mistery Of Edgar Allan Poe", "I Robot", "Pyramid", "Eve", "The Turn Of A Friendly Card" y "Eye In The Sky".


El británico apenas se movíó, pero su presencia bastaba para dejar en claro que todos giraban a su alrededor. Momentos memorables con el público rendido ante el genio musical se dieron en canciones como "Eye In The Sky", "Prime Time", "Time" y "Lucifer" que se mezcló con Mammagamma", y que llevaron a un estado de éxtasis generalizado.


"Muchos gracias", repitió en español de inglés cada dos o tres canciones. Y también aprovechó para presentar tres temas de su nuevo cd "Valid Path", en el que se introduce en el mundo de la música electrónica con temas como "Return To Tunguska", cósmico tema instrumental grabado con David Gilmour (guitarra de Pink Floyd); y "We Play The Game", en colaboración de The Crystal Method, así como su hijo Jeremy.


Un primer adiós. Gritos en el anfiteatro. El bis trajo tres clásicas que remataron la noche con la energética y envolvente "Games People Play" que dejó a todos complacidos y fascinados. No había tiempo para más y tras la calmosa salida del local, al filo de las once de la noche, las voces de alabanza general se repetían sin fin. Pero también rondaba la idea de que esta fue una ocasión única e irrepetible, como dice Alan Parsons en un párrafo de su balada "Time": "Goodbye my friends, the stars waiting for me".


"Ha sido lo más cercano que hemos estado de Pink Floyd" opinó luego Renato Zamora en una de las varias mesas de cuencanos en el Pobre Diablo, sitio escogido telepaticamente por los de la ciudad ecuatoriana que más ha apreciado la música del ex-ingeniero de sonido de "Dark Side Of The Moon".

martes, julio 11, 2006

¿Quiénes vienen detrás de los faranduleros?

No se necesita ser un "politólogo" para saber que la preparación académica para actuar en el Congreso Nacional de Luzmila Nicolaide y Gabriela Pazmiño es inversamente proporcional a su habilidad para entretener al pueblo más inculto y rústico.

El problema es más grave aún. Porque detrás de su imán ramplón, producto de la nula educación política de la mayoría de los ecuatorianos, llegarán, a causa del arrastre, descalificados individuos, opulentos aportantes de dudoso origen o la ambiciosa e incógnita parentela.

Estos se encargarán de arrasar, con su indecencia y voracidad, los cargos públicos; de convertirse rápidamente en comensales de palacio y, con el paso de las semanas, autoproclamarse "independientes" para servirle al gobierno de turno.

No importa si son dueños de prostíbulos, si provocan escándalos en el exterior o si manejan borrachos por las calles del país. Ellos son "los honorables legisladores" que les colocarán a sus carros las placas de bronce del H. Congreso Nacional del Ecuador para que ningún policía de tránsito les detenga.

Esos tapados llegarán el 5 de enero remolcados por las faranduleras. Lo peor de todo es que, desde acá en Cuenca, poco o nada podemos hacer para que eso no suceda.

domingo, julio 02, 2006

Maestro Zidane, el fútbol le agradece

Cada Mundial, como cada acontecimiento, deja en la memoria las imágenes que nos acompañarán toda nuestra vida. Mis recuerdos mundialistas arrancan en Alemania 74 con la simpleza y belleza de juego de Johan Cruyff; en el 78 con las apiladas de Mario Kempes ante los holandeses; en el 82 con el cazador furtivo Paolo Rossi matando al equipazo de Brasil; en el 86 con el más bello de los goles, el segundo de Maradona a los ingleses; en el 90 con las caras de impotencia de Taffarel y Zenga ante el atrevido Caniggia; en el 94 con los chispazos a cuentagotas de Bebeto y Romario; en el 98 con la banda de Davor Suker dándole un baile a los alemanes; en el 2002 con la sonrisa y los brazos abiertos de Edison Méndez tras marcarles a los croatas.

En esta nueva cita en Alemania, las imágenes que quedarán impregnadas son los cinco goles de Ecuador o el regalado, desgraciado y perfecto tiro libre de Beckham terminando con nuestras ilusiones.

Hoy le sumamos al grande Zinedine Zidane que acaba de dar cátedra a todos, al convencerse de que la vieja Francia podía contra la sonrisa predestinada de los favoritos pentacampeones.

Hasta antes del Brasil-Francia no aparecía la imagen del mejor jugador de este Mundial. Luego de esos vertiginosos noventa minutos en Frankfort, el francés, que agradece a los españoles por haberle pellizcado anunciando su jubilación en octavos de final, salíó de la cancha bañado en aplausos y admiraciones del mundo entero.

Manejó el mediocampo a su antojo con Vieira y Makelele cubriéndole las espaldas y con Rybery y Henry recibiendo sus abastecimientos. Sabía que, en medio de tan temible rival, hacer jugadas para el aplauso podía ser riesgoso y, sobre todo, sabía que, a las puertas de su adiós, muchos no quieren arriesgar nada.

Sin embargo, lo hizo. Sus mágicos lujos pasaron por un sombrero a Ronaldo y el milimétrico pase-gol a Henry para dejar en claro quien es el mejor jugador de este Mundial y sepultando para siempre a Parreira, el arquetipo del antifútbol.

Gracias Zidane por devolverle la hermosura a este deporte y hacernos creer, nuevamente, que lo bello prevalece en la memoria sobre los fríos resultados.