
Escuchar la publicidad del concierto de Aventura en Súper 9’49 resulta aberrante para algunos oyentes. Se preguntan ¿cómo puede ser posible que se emita en una radio que nunca ha difundido ni difundirá bachatas? Y, créanme, yo también me he preguntado lo mismo. ¿Novelería o gustos alternativos de los oyentes?
Los reyes de la bachata rondarán por los treinta años y, según el anuncio, será “por última vez en Cuenca”. ¿Se van a morir o a convertir en monjes tibetanos? Marketing para cándidos. Lo último que harán será dejar de contar billetes que vengan de las disqueras y de sus shows.
Confieso que cuando tomo alguno que otro taxi, camino frente a una tienda de cds piratas o llevo el carro a alguna mecánica, la música que generalmente ahí suena me parece un karma por mis malas acciones o pensamientos, un castigo terrenal a mis oídos. ¿Se imaginan a OK Computer en esos sitios? Eso ocurrirá solo en el cielo.
Lo que no había asociado a mi entendimiento era que los abanderados de mi punición son los que se presentarán en Cuenca el 8 de mayo. Y me sigo preguntando ¿cómo una música de tan bajo nivel artístico gusta a gente de no creer?
Dirán que hay que respetar los gustos de los demás, de esta sociedad que mira “Mi Recinto” o “Las Muñecas de la Mafia”, que idolatra al impresentable de Armando Paredes y sus travesuras psicópatas. Tienen razón: es la música que nos merecemos y hay que tolerarla. Al igual que hay que respetar a aquellas personas que rechazan el rock o alguna de sus corrientes.
La tolerancia es una de las virtudes más difíciles de alcanzar. Y esta es una prueba para todos a los que no nos gusta Aventura.