domingo, abril 25, 2010

Desventuras

Escuchar la publicidad del concierto de Aventura en Súper 9’49 resulta aberrante para algunos oyentes. Se preguntan ¿cómo puede ser posible que se emita en una radio que nunca ha difundido ni difundirá bachatas? Y, créanme, yo también me he preguntado lo mismo. ¿Novelería o gustos alternativos de los oyentes?

Los reyes de la bachata rondarán por los treinta años y, según el anuncio, será “por última vez en Cuenca”. ¿Se van a morir o a convertir en monjes tibetanos? Marketing para cándidos. Lo último que harán será dejar de contar billetes que vengan de las disqueras y de sus shows.

Confieso que cuando tomo alguno que otro taxi, camino frente a una tienda de cds piratas o llevo el carro a alguna mecánica, la música que generalmente ahí suena me parece un karma por mis malas acciones o pensamientos, un castigo terrenal a mis oídos. ¿Se imaginan a OK Computer en esos sitios? Eso ocurrirá solo en el cielo.

Lo que no había asociado a mi entendimiento era que los abanderados de mi punición son los que se presentarán en Cuenca el 8 de mayo. Y me sigo preguntando ¿cómo una música de tan bajo nivel artístico gusta a gente de no creer?

Dirán que hay que respetar los gustos de los demás, de esta sociedad que mira “Mi Recinto” o “Las Muñecas de la Mafia”, que idolatra al impresentable de Armando Paredes y sus travesuras psicópatas. Tienen razón: es la música que nos merecemos y hay que tolerarla. Al igual que hay que respetar a aquellas personas que rechazan el rock o alguna de sus corrientes.

La tolerancia es una de las virtudes más difíciles de alcanzar. Y esta es una prueba para todos a los que no nos gusta Aventura.

domingo, abril 04, 2010

La crucifixión de Axl Rose

Cuando a finales de los glamorosos ochentas cayó en mis manos "Sweet Child O' Mine" pensé que la década de los rockeros que antes del concierto pasaban por la peluquería, se salvó con la llegada de una banda que arrancaba con una guitarra pura y excelsa para una voz pandillera que combinaba altos y bajos como nadie lo había conseguido.

Al reverso del 45 rpm estaba la foto de ellos. Ya nada de esos peinados afeminados, estilo Poison o Cinderella. Estaban tal cual querían verse. Sobresalían Axl con su pañuelo en la cabeza y Slash con el sombrero de copa. Un sello propio. Los Guns n' Roses llegaban y plantaban bandera en el territorio rock.

Y luego los disfrutamos hasta 1993 cuando Axl Rose decidió desaparecer del mundo visible por los próximos 15 largos años, alimentando las especulaciones. Quedaba un disco pendiente y mil rumores alimentados por el silencio.

Cien millones de discos vendidos después, regresa con el disco más esperado y más caro de la historia. Sale en gira mundial el hombre invisible y enigmático. Han pasado dos décadas de cuando usaba panataloneta y el torso desnudo sobre el escenario. El implacable paso del tiempo no le permite esa facha ahora.

Lo de Quito fue más, mucho más de lo que esperaba. Después de sus desplantes, excentricidades (aquello de las sábanas negras o la cerveza tailandesa -¿acaso Shakira o J. Lo no son más exigentes?-) y atrasos, lo que se vivió en el Atahualpa fue INOLVIDABLE, así con mayúsculas.

Axl se desplegó como en los tiempos del tour mundial de 1992. Corrió de un extremo al otro del escenario, se cambio de atuendo varias veces y, sobre todo, cantó como se esperaba con sus agudos y graves inigualables. Su voz está intacta, pese a una amenaza del dolor de garganta.

Más allá del genial y carismático Sebastian Bach, del grupo de músicos encabezados por el excelente guitarrista DJ Ashba y de la alucinante pirotecnia y tecnología, lo de la madrugada del Viernes Santo 2010 fue un compendio de la vida y pasión de Axl Rose.

¿Hay alguien que lo crucifique después de lo vivido en la helada noche quiteña?