El final es siempre el mismo: la raza humana vencerá y, luego de dos cautivas horas en una sala oscura o en el cuarto de una casa, consumiendo bocadillos y bebidas súper endulzadas o edulcoradas, se cierra el círculo de entretenimiento y márquetin.
En “Soy Leyenda”, Will Smith deambula con una perra pastora alemana por una desolada Nueva York. Los zombis asoman apenas cae la noche. Son rápidos y algo inteligentes. En “28 semanas”, o la segunda parte de “28 días”, el escenario es Londres y los mutantes atacan a toda hora aunque son un poco más bobos que los anteriores. En “Resident Evil: Exterminio”, la sexy heroína Mila Jovovich se deshace de todo tipo de monstruos, desde muertos vivientes hasta enormes mutantes.
Nuestro juego de carnaval se parece a los argumentos de estas películas. En una casa todos están disfrutando una reunión familiar. De pronto se propaga el virus cuando un inocente jarro con agua, cual cuchillo helado, cae sobre la espalda de la primera víctima (o zombi). El desquite es el leit motiv para mojar (o contaminar) al prójimo. Con dos empapados (muertos vivientes) y los demás secos, el juego (la contaminación) se desencadena.
Los secos (seres humanos) tratan de mantenerse así. Corren por todos lados buscando esconderse de los carnavaleros (zombis). Unos se encierran en los cuartos o en los baños. Otros, en los vehículos; mientras los que quedaron afuera serán las víctimas del ataque con agua, maicena, dulce de higos y otras especies.
Los gritos histéricos se mezclan con las risas burlonas y luego del ataque, la víctima se transforma, como en las películas, en victimaria uniéndose a la masa de momias empapadas.
Los contaminados golpean las puertas para pillar a más inmolados que pasarán largas horas de encierro hasta que caiga la noche –al revés de “Soy Leyenda”-, momento en el que los zombis por obra de la vacuna del agotamiento y el frío, regresan a su estado de sensatez, lucidez y sensibilidad.
Y entonces, los sobrevivientes saldrán de sus guaridas para enterarse de las peripecias que sucedieron afuera, pensando que quizás el próximo año se sumen a la legión de felices zombis carnavaleros.
4 comentarios:
Seamos sinceros, ya quisieramos tener un carnaval al estilo de Brasil, pero asi es la vida, el agua es nuestro carnaval, y no es señal de lo"incultos" que somos los cuencanos, si no todo lo contrario, la analogía que plantea sobre los zombies es muy acertada ademas de comica, una vez al año, un poco de agua no nos daña, no tratemos de prostituir nuestro carnaval para que el resto crea que nuestras costumbres son otras; que nos lanzamos flores en vez de agua y nos hechamos perfume en lugar de maicena.
VIVA EL CARNAVAL, el de mis abuelos, el del dulce de higo, de reunion familiar, el de maicena en la cabeza y el de todos mojados, aunque mas temprano que tarde el frio de nuestra ciudad nos haga arrepentirnos.
En carnaval, el cuencano se moja, pero tambien SE RESPETA, ya que el agua no es sinonimo de agresión ni de violencia
Soy otro zombie carnavalero en busca de una víctima seca para mojarla y luego si acepta mis brebajes (antídoto) la mojare por dentro.... Con el fondo musical tenebros mezclado con reggaeton, rock, salsa, cumbia y vallenato, horrorosamente entrelazado en el ambiente con los gritos de otras víctimas que sienten lentamente la huemadad en su cuerpo... boooooo!
Ja ja ja.. Dejandose de chistes, por algo a trascendido en el tiempo: ¡A la voz del carnaval todo el mundo se levanta, que bonito es carnaval!... Se comparte, se divierte y se disfruta... y por qué no, se quita el estrés.
Muy personalmente, opino que el carnaval es una de las fiestas ancestrales que tenemos en nuestra riquisima cultura e identidad, por que ? "culturizarlo" esa es nuestra cultura, más bien deberíamos de afianzar estas manifestaciones propias de nuestra identidad.- Actualmente vemos en nuestra ciudad Cuenca y otras como Guayaquil que quieren semejar nuestro carnaval con otros nuy respetables pero ajenos a nuestra realidad cultural.
VIVA EL TAITA CARNAVAL
vicv@n
jajaja perfecta analogía!
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