En las seccionales de 2007 con arrogancia pasaron en la “caravana del triunfo” frente al edificio municipal coreando “Ya volvemos… Ya volvemos…”. Tampoco obtuvieron nada. Ni un solo concejal en el extrañado y ambicionado cabildo cuencano fue el castigo para un partido manejado por su amo como hacienda propia, al estilo de la vieja “partidocracia”.
En esa fanesca, en la que se mezclan curuchupas recalcitrantes con quiméricos izquierdistas de cafetería, el cacique, asustado por las encuestas que le daban pocas posibilidades de volver al sillón de las calles Borrero y Bolívar, se desentendió de sus vasallos y en las dos últimas semanas de la campaña envió una “carta pública” a su “querido amigo” Paúl Granda para reprenderle y enviarle “un abrazo” de despedida. El sumo de la prepotencia y la arrogancia otra vez lo revelaba.
A un auténtico amigo, que puede haberse equivocado, no se le sermonea en público por más tiernos mensajes que utilice. La misiva cumplió su objetivo: convertirse en un elemento más de la campaña que circuló profusamente por todos los medios posibles junto a pasquines electrónicos y paredes pintadas. El mismo indecente estilo que utilizaron hace cuatro años.
La digestión del nuevo desaguisado electoral volverá a ser muy larga y dolorosa como en el 2005. El gerente propietario del pintoresco movimiento Nueva Ciudad mira desde las alturas del congresillo y atrevidamente culpa a la vieja partidocracia. O sea, a si mismo.