Los cuatro parlantes de la rockola Wurlitzer, modelo 1969, palpitan. El piano y un melancólico Paul McCartney abren la soberbia “Let It Be” de los Beatles. La clásica canción se apodera del ambiente mientras la placa bien preservada es surcada por el diamante. La melodía va in crescendo hasta el final a toda orquesta de una pieza maestra de la música moderna. Final sublime en la mejor de las atmósferas.
Para los nostálgicos de los sonidos analógicos de antaño la llegada del disco compacto y la digitalización solo sirvió para marcar diferencias entre un sonido imperfecto pero afectivo y un sonido puro pero frío.
Y es cierto. Si se pone la misma canción en cd o en el mp3 es muy probable que se escuche como si los cuatro de Liverpool estuviesen tocando ante nosotros en la primera fila del Royal Albert Hall de Londres. Nuestros oídos captarán los más mínimos detalles.
Sin embargo, ese sonido esterilizado no es el que se escuchó cuando llegaron a la cumbre de la fama. Era el otro. Ese, cuyo incesante uso y trato –o maltrato- provocaban la pérdida de calidad y la llegada de invitados no deseados: zumbidos, rayones y la “lluvia” o “crackle”.
La tecnología del “
2 comentarios:
CUANDO VUELVO A OIR A MIS VIEJOS DISCOS DE BOB MARLEY, HASTA EL OLOR A AÑEJO ME TRANSPORTA A TIEMPOS IDOS DE MENOS RESPONSABILIDADES.
Todo podrá ser, tendremos discos más compactos, o mejores formatos de compresión para audio, pero nada reemplazará al vinilo.
Cuando quiero desestresarme pongo unos LPs en mi tocadiscos y a disfrutar!!!
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