Entonces nos vino a la mente el siguiente dilema: ¿Se justificaba publicar en ese momento el nombre del joven asesinado o, en sacrificio de la primicia, esperar hasta que conozcan y lleguen a Emergencias de
Una experiencia parecida se vivió hace más de una década, cuando un conductor de un vehículo, sintiéndose agredido por un grupo de manifestantes, disparó su arma y mató a uno de los protestantes en la esquina de las calles Padre Aguirre y Lamar. Entonces dijimos el nombre del fallecido enseguida lo conocimos. Luego supimos que su madre se había enterado por nuestro medio de tan terrible noticia.
En otros países, España o Estados Unidos, por ejemplo, es una práctica de los organismos de socorro (Bomberos, Cruz Roja o Policía) no entregar listas de fallecidos o heridos hasta tanto no conozcan sus familiares. Luego de haberles informado, proceden a decírselo a los periodistas.
Volviendo al caso reciente, nuestra decisión fue mantener la reserva del nombre. No sabemos si alguna otra radio lo informó como su privilegio noticioso. Esperamos que no. Los familiares del chico, que además era menor de edad, llegaron al departamento de emergencias de la clínica a las siete de la noche. Luego de aquello pudimos dar el nombre. Fue una autorregulación que nos impusimos y creemos que hicimos lo correcto.
Como dicen María Teresa Herrán y Javier Dario Restrepo en “Ética Para Periodistas” (Ed. Norma, 2005), “la prisa es uno los enemigos del buen periodismo, tanto desde el punto de vista técnico como ético”.
Generalmente una noticia de estas se conoce en la redacción de un medio a través de algún amable oyente o amigo que se toma el tiempo de llamar a la radio o enviar un mensaje de texto por su celular. La siguiente actitud debe ser la de comprobar ante fuentes oficiales la noticia o acudir al lugar de los acontecimientos para efectuar una comprobación propia; aún así, se precisarán elementos claves para afirmar los hechos que ya se saben, pero que no se los podía dar a conocer. Toda esta pericia periodística debe ser previa a la transmisión de la noticia.
1 comentario:
Lo que plantea Jorge Piedra en parte de su texto es interesante:
Un "mea culpa" necesario de TODOS los que en un momento determinado viajamos asistidos por una fuente. Es decir, lo que en el argot periodístico decimos "acostados con la fuente".
Y no se limita solamente a los escándalos de la FEF. A la final un poco más de tiempo y casi que las audiencias no se acordarán del caso del periodista Trujillo y el fotógrafo Guillén -aunque la resaca como que aun dura con cierta intensidad: me contaron que en el último partido del Deportivo Cuenca varios hinchas exteriorizaron, con ademanes hacia la cabina de transmisión, su inconformidad con los comentarios de los dos periodistas-.
Lo que destaco es que, como decía el amigo Rubén Darío Buitrón, el patrimonio de un medio de comunicación, y por ende de un periodista, no está en el banco sino en su credibilidad.
El mea culpa que el doctor Cardoso propone debe ser obligatoria sobre nuestras acciones. ¿Cuántas veces no hemos rectificado lo que hemos equivocado?
¿Estamos conscientes que equivocación no es solamente confundir hechos (como creo le pasó a Hernán Rodriguez), sino además de creernos periodistas, sentirnos hinchas; confundir publicidad con periodismo; mantenernos muy próximos (casi comprometidos) a las fuentes; utilizar la profesión como cuchara y en beneficio propio...
El Manual de Redacción de EL TIEMPO de Bogotá, expresamente establece que toda movilización de un periodista a una cobertura será cubierta exclusivamente por el medio de comunicación, y que se rechazarán las invitaciones de las fuentes. Pero también dice que cuando el periodista se equivoca, debe ser el primero en rectificar, y que nunca, NUNCA dejemos de estar cubiertos de esa condición de periodistas independientes...nunca...ni en las reuniones sociales de la FEF donde nos pueden mirar fraternalmente abrazados de Baco y del presidente Chiriboga...
Ricardo Tello
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