domingo, julio 02, 2006

Maestro Zidane, el fútbol le agradece

Cada Mundial, como cada acontecimiento, deja en la memoria las imágenes que nos acompañarán toda nuestra vida. Mis recuerdos mundialistas arrancan en Alemania 74 con la simpleza y belleza de juego de Johan Cruyff; en el 78 con las apiladas de Mario Kempes ante los holandeses; en el 82 con el cazador furtivo Paolo Rossi matando al equipazo de Brasil; en el 86 con el más bello de los goles, el segundo de Maradona a los ingleses; en el 90 con las caras de impotencia de Taffarel y Zenga ante el atrevido Caniggia; en el 94 con los chispazos a cuentagotas de Bebeto y Romario; en el 98 con la banda de Davor Suker dándole un baile a los alemanes; en el 2002 con la sonrisa y los brazos abiertos de Edison Méndez tras marcarles a los croatas.

En esta nueva cita en Alemania, las imágenes que quedarán impregnadas son los cinco goles de Ecuador o el regalado, desgraciado y perfecto tiro libre de Beckham terminando con nuestras ilusiones.

Hoy le sumamos al grande Zinedine Zidane que acaba de dar cátedra a todos, al convencerse de que la vieja Francia podía contra la sonrisa predestinada de los favoritos pentacampeones.

Hasta antes del Brasil-Francia no aparecía la imagen del mejor jugador de este Mundial. Luego de esos vertiginosos noventa minutos en Frankfort, el francés, que agradece a los españoles por haberle pellizcado anunciando su jubilación en octavos de final, salíó de la cancha bañado en aplausos y admiraciones del mundo entero.

Manejó el mediocampo a su antojo con Vieira y Makelele cubriéndole las espaldas y con Rybery y Henry recibiendo sus abastecimientos. Sabía que, en medio de tan temible rival, hacer jugadas para el aplauso podía ser riesgoso y, sobre todo, sabía que, a las puertas de su adiós, muchos no quieren arriesgar nada.

Sin embargo, lo hizo. Sus mágicos lujos pasaron por un sombrero a Ronaldo y el milimétrico pase-gol a Henry para dejar en claro quien es el mejor jugador de este Mundial y sepultando para siempre a Parreira, el arquetipo del antifútbol.

Gracias Zidane por devolverle la hermosura a este deporte y hacernos creer, nuevamente, que lo bello prevalece en la memoria sobre los fríos resultados.

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