Característica fría noche quiteña. Por lo menos no llovía. En los alrededores del Ágora los revendedores compraban entradas, lo que constituía un anuncio de lleno en la sala. Ingreso desordenado. Poca iluminación. Cacheo a medias (casi no era necesario porque la edad promedio de los asistentes era de cuarenta años y de nivel cultural irrecusable).
Adentro, modelos de Bellsouth, auspiciante del evento, regalaban cojines solo a los asistentes a VIP ($45) y Super VIP ($70) -además habían generales ($25)-; mientras en dos pantallas se proyectaba el video de un concierto de Franco de Vita, próximo artista en presentarse.
Con una demora de 15 minutos, a los 8 y 45 de la noche un pregrabado de Cristian del Alcázar anunciaba "el primer gran concierto del año" ante una asistencia tranquila, hasta que apareció la figura de Alan Parsons, metido en un saco tres cuartos negro, 55 años cumplidos el pasado 20 de diciembre, un metro 85, barba y pelo tupidos, aunque sin canas (¿se las pintará?); acompañado de Godfrey Townsend (guitarra), Steve Murphy (batería), Manny Focarazzo (Teclados), John Montagna (bajo) y P.J. Olsson (Voz).
Tratándose, ante todo del ingeniero de sonido de los Beatles y Pink Floyd, la lógica planteaba que la perfomance de los músicos iba a ser impecable. Y así fue, pese a que Parsons no cuenta con Eric Woolfson desde 1992, ni con las alineaciones de sus primeros 6 cds -los más conocidos-. Sus discípulos, si así se les puede llamar a los integrantes de su banda, demostraron porqué fueron escogidos. Mención especial para el baterista Murphy por su despliegue y por cantar "Breakdown" con la solidez que exige el tema.
El concierto se centró en una sinopsis de a carrera artística de Parsons, con los temas más importantes de sus primeros álbumes; desde "Tales of Mistery Of Edgar Allan Poe", "I Robot", "Pyramid", "Eve", "The Turn Of A Friendly Card" y "Eye In The Sky".
El británico apenas se movíó, pero su presencia bastaba para dejar en claro que todos giraban a su alrededor. Momentos memorables con el público rendido ante el genio musical se dieron en canciones como "Eye In The Sky", "Prime Time", "Time" y "Lucifer" que se mezcló con Mammagamma", y que llevaron a un estado de éxtasis generalizado.
"Muchos gracias", repitió en español de inglés cada dos o tres canciones. Y también aprovechó para presentar tres temas de su nuevo cd "Valid Path", en el que se introduce en el mundo de la música electrónica con temas como "Return To Tunguska", cósmico tema instrumental grabado con David Gilmour (guitarra de Pink Floyd); y "We Play The Game", en colaboración de The Crystal Method, así como su hijo Jeremy.
Un primer adiós. Gritos en el anfiteatro. El bis trajo tres clásicas que remataron la noche con la energética y envolvente "Games People Play" que dejó a todos complacidos y fascinados. No había tiempo para más y tras la calmosa salida del local, al filo de las once de la noche, las voces de alabanza general se repetían sin fin. Pero también rondaba la idea de que esta fue una ocasión única e irrepetible, como dice Alan Parsons en un párrafo de su balada "Time": "Goodbye my friends, the stars waiting for me".
"Ha sido lo más cercano que hemos estado de Pink Floyd" opinó luego Renato Zamora en una de las varias mesas de cuencanos en el Pobre Diablo, sitio escogido telepaticamente por los de la ciudad ecuatoriana que más ha apreciado la música del ex-ingeniero de sonido de "Dark Side Of The Moon".
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