domingo, septiembre 16, 2007

Las peripecias de viajar

Viajar es un alimento para el alma dice la frase de una de las cadenas hoteleras más conocidas del mundo. Y es cierto, especialmente cuando se viaja por vacaciones y, más aún, con toda la familia. Entonces, todo trámite previo va acumulando una sensación que va pasando de la ilusión al deseo y, por último, a la acción de ir a otro lugar a descansar, cambiar de ambiente y bajar las revoluciones.

Una de las mejores impresiones es aquella de despertarse en la mañana, abrir los ojos y ver que estamos en otro cuarto que no es el nuestro y, mejor aún, de vacaciones; que no hay mayor obligación por delante que la de no hacer nada serio e importante durante el resto del día.

Todo desplazamiento tiene sus aventuras. La mayoría, terminan como anécdotas que se arraigan y comparten con nuestro círculo más cercano. Hay de las otras. Aquellas desagradables que, por lo general, se relacionan con el transporte. Que se bajó una llanta; que se recalentó el motor; o, que el avión te dejó porque llegaste tarde –que es una de las peores cosas que pueden suceder-.

Hoy nos tocó de estas últimas. Y no por nuestra culpa. El vuelo con conexiones Miami-San José se retrasó dos horas, tiempo suficiente para trastornar toda nuestra travesía. Al llegar a las 11 y 5 de la mañana a la capital tica, nuestro vuelo de conexión con Quito y Guayaquil tenía media hora en el aire.

Las disculpas de los funcionarios de Taca no llegan a remediar el perjuicio causado. Toca esperar varias horas en el aeropuerto Juan Santamaría, en medio del ansioso ir y venir de cientos de pasajeros en tránsito –o en trance-, hasta conseguir otro vuelo, esta vez por Copa que llegará a nuestro penúltimo destino: Guayaquil. En el centro de información de la aerolínea nos prometen cubrir con los gastos extras que este imprevisto provoca.

Nuestros trastocados planes obligan ahora a pasar la noche en Guayaquil, porque, como sabemos, eso de viajar por la noche por Puerto Inca y Molleturo, en medio de una densa neblina y al acecho de los asaltantes de carreteras, saliendo desde el aeropuerto José Joaquín de Olmedo es una ruleta rusa, un riesgo demasiado grande que no estamos dispuestos a correr.

La noche de este domingo llegamos a Cuenca, y hemos cumplido 40 horas de viaje, una eternidad para regresar de los Estados Unidos, por cierto. Pero, hay un gran pero más: en el avión de Copa, que nos trajo a Ecuador, no nos llegó una sola maleta. Se quedaron en Panamá. Promesas de que nunca se pierden y que nos enviaran a Cuenca nos deben tranquilizar. Pese a las peripecias, en cada viaje siempre habrá algo bueno que sacar a limpio y queda impregnado para siempre en nuestra memoria.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Taca/Copa tiene este problema.Trabaje en el medio y tuve innumerables quejas. Sus retrasos y demas problemas asociados son comunes. La aerolinea ofrece precios y promociones economicas pero es preferible pagar mas para cojer un vuelo directo y evitar los retrasos y problemas. La ventaja fue que esto le ocurrio al final del viaje y no al inicio porque hubiese quitado tiempo de su tour. Ojala que este tema del viaje no este relacionado con su hijo y el permiso de salida, porque ahi si que seria el colmo de la mala suerte.