Es el primer día de clases en la Universidad del Azuay de una tarde un tanto fría. Empezamos nuestro décimo cuarto año de profesorado en la Escuela de Comunicación Social y Publicidad. Hay ambiente de curiosidad, espectativa, bienvenidas, caras nuevas. Es, sin duda, uno de las jornadas más especiales y agradables de cada año escolar.
Por ahí pasa un estudiante con la mitad de su cabellera pintada de azul mostrando su rebeldía latente. Más allá rien y cotillean las compañeras que se reencuentran. Hay inauguración en el auditorio. Los desubicados chúcaros se manifiestan, como siempre, como los más preocupados de las primeras clases. Los estudiantes de los últimos años asoman entrada la tarde. Los profesores piden listas de estudiantes, marcadores y se saludan con sus colegas.
La primera clase es para marcar el terreno de juego o el umbral, como decía Daniel Prieto, aunque es un poco difícil cuando profesor y estudiantes ya se conocen. Es que es el primer día de clases. No hay sol, pero no hace mucha falta. Pasan los años y es el mismo sentimiento que inspiran las nuevas generaciones. Es ese olor a espíritu joven como canta Cobain el que motiva nuestra presencia en estos pasillos y el que nos hace sentir renovados, como cada primer día.
lunes, septiembre 18, 2006
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