martes, febrero 13, 2007

Mi frase favorita del profe Kapu

“Para ejercer el periodismo, ante todo, hay que ser buenos seres humanos. Las malas personas no pueden ser buenos periodistas. Si se es una buena persona se puede intentar comprender a los demás, sus intenciones, su fe, sus intereses, sus dificultades, sus tragedias”.

La irrevocable frase es de Ryszard Kapuscinski, escritor, periodista, maestro y ensayista polaco recién fallecido el pasado 23 de enero. Se la encuentra en su obra “Los cínicos no sirven para este oficio”, manual obligado de la ética de la comunicación.

Tomamos la máxima para generalizarla a todas las profesiones. No solo los periodistas deben ser buenas personas para ejercer su oficio. Desde el acucioso cirujano en cuyas manos está la vida del paciente, hasta el taxista que cobra la tarifa justa, todos los trabajos tienen su deontología que comulga en la bondad del ser humano.

De ahí que nos preguntamos ¿qué es preferible: un viejo curuchupa honrado o un joven izquierdista desvergonzado? Dicho en otras palabras, ¿en dónde está el verdadero valor de las personas: en su ideología o en su integridad?

Ante el conflicto que representa en estos días escoger a los ciudadanos que ocupen puestos en la administración pública del gobierno del presidente Rafael Correa, vemos que, en la mayoría de los casos, el tradicional e impúdico palanqueo está en casi todas partes.

Ya habíamos aludido en anteriores ocasiones a los chuchumecos o goleadores que, aprovechando de su oportunismo, revolean sobre los ministerios y gobernaciones, cual aves de rapiña para atrapar la presa deseada.

De ahí que el contenido de la frase del profesor Kapuscinski debe servir como el requisito más importante conjuntamente con la adecuada preparación y especialización para que los secretarios de estado y gobernadores sepan escoger a los nuevos funcionarios públicos.

Se puede averiguar si honran sus deudas, si pagan lo justo a sus empleados, si no tienen antecedentes penales, si no han sido denunciados por sus esposas por maltrato doméstico, si son adictos al alcoholismo u otra droga o si fueron buenos estudiantes en su carrera formativa; por mencionar algunos ejemplos.

La tarea no es fácil, aunque sí es posible en una sociedad cerrada y curiosa como la cuencana en la que todavía podemos decir que conocemos algo del entorno del nuevo funcionario.

Para quienes se estrenan en la administración pública les dejo otra frase del inolvidable Kapuscinski: “La mía no es una vocación, es una misión”.

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