viernes, noviembre 07, 2008

El show secreto de AC/DC a 5.000 kilómetros de Cuenca (videos y fotos)

La atenta invitación en inglés de los ejecutivos de Sony Music indicaba que la célebre banda AC/DC iba a ofrecer un concierto secreto para tres mil asistentes, 350 de los cuales venían de todo el mundo. Uno de ellos era este servidor.

Fue como un buen ejemplo para los seguidores de “El Secreto” y su “ley de la atracción”. Durante el último año había manifestado mi deseo de viajar a Nueva York. No la había visitado desde hace más de 27 años. Por otro lado, tres días antes del ofrecimiento, había sentido y expresado mis anhelos de ver un concierto de los australianos que arrancaban su gira mundial a finales de octubre.

Cuando me lo propusieron, no lo pensé dos veces. Estas oportunidades son únicas en la vida. Me ofrecían una invitación VIP al concierto, dos días en el hotel Marriott Marquis ubicado en el corazón de Manhattan, justo frente a Times Square y traslados al “lugar secreto” a dos horas de la Gran Manzana. “Solo” me tocaba cubrir el costo del pasaje que, frente al alcance de la invitación, casi se volvía un asunto accesorio.

La cita era el domingo 24 a las 3 de la tarde en una de las puertas del imponente hotel en donde los invitados del resto del planeta, identificados por sus casacas negras de cuero y blue jeans, recibimos las entradas y gafetes VIP. Antes de subir a los buses, cruzó caminando frente a nosotros, con un largo y elegante abrigo negro y botas, la actriz Marcia Cross, la minuciosa “Bree” de “Desperate Housewives”. Pelirroja, pálida y sonriente, despertó la admiración de todos y desapareció en medio de la muchedumbre. No hubo tiempo para la foto.

El viaje a Wilkes-Barre en Pennsylvania duró menos dos horas en una soleada tarde que reflejaba los bellos paisajes de los árboles que en pleno otoño cambian de color y dejan caer sus hojas. El transporte nos depositó en las afueras del coliseo Wachovia, lugar en donde el deporte favorito es el hockey sobre hielo. Es de los modernos foros norteamericanos para unas 30.000 personas de capacidad. Mucho frío afuera, pero con calefacción adentro, tanto que incitaba una cerveza helada cuyo vaso costaba 7 dólares.

Nos tocó una ubicación de privilegio: a unos 15 metros del escenario principal y a un metro del corredor central por el que más tarde pasarían varias veces Bryan Johnson y Angus Young. A nuestra derecha estaba Juan Carlos, locutor de Radioactiva de Bogotá y dos chicos que habían ganado un concurso en Colombia para asistir al evento. Muy amables y locuaces. A nuestra izquierda, un entusiasmado japonés repetía “I’m so excited. I’m so excited…”. Detrás de nosotros otro japonés vestido a lo Angus con cachos iluminados. Delante teníamos a dos descomunales gringos de casi dos metros de altura. Uno de ellos lucía con orgullo un tatuaje del guitarrista de la banda grabado en toda su espalda.

El espectáculo de más de dos horas fue de lo más soñado. Todas las canciones clásicas de ellos, incluso aquellas que las cantaba el desaparecido Bon Scott (“Highway To Hell”, “Dirty Deeds Done Dirt Cheap” o “Whole Lotta Rossie”) y solo dos nuevas (“Rock n’Roll Train” y “Black Ice”). Después de tantos años, a los AC/DC se los ve intactos y como siempre: rockeando y divirtiéndose. Para ellos no hay preocupaciones sociales ni políticas en plenos días de elecciones en Estados Unidos. Lo de ellos es básico y crudo: rockear, divertirse y punto.

En lo musical, uno no deja de sorprenderse por los inagotables riffs de los hermanos Young que, en cada disco, imprimen en nuestra memoria. Son una máquina de hacer hits en donde parece inagotable el inventario. Ellos se han encargado de ubicarle al rock en el sitial de insurrección y perpetuidad. De ahí, que no sorprende que una calle de Madrid o un día del año en una ciudad de Canadá sea dedicado a la banda; o que, el día del cumpleaños del mítico guitarrista, Burguer King regale hamburguesas Angus a quienes se llaman así.

Uno de los momentos cumbres del espectáculo es cuando la rápida “Let There Be Rock” se convierte en el solo de guitarra perfecto con Angus tirado de espaldas en el suelo de una rampa que se eleva y desciende en medio del delirio de todos. A uno le deja una enorme admiración por el virtuosismo, acaso mágico, de este ilustrado de las seis cuerdas.

Con la camiseta oficial del tour -35 dólares de por medio-, regresamos con los oídos tronando en el bus número 4, cuyo chofer pese a tener el eficaz GPS, se perdió. A las 12 y 30 de la noche, el Marriott Marquis nos recibía con el cansancio y la satisfacción de haber cumplido un sueño de toda la vida a 5.000 kilómetros de Cuenca.

Nacía el lunes 27 de octubre, para cuya noche nos esperaba en New Jersey, Chris Martin y Coldplay. Pero esa es otra historia.

2 comentarios:

Juan Perez dijo...

Excelente, que experiencia!! sana envidia, camarada...

Anónimo dijo...

Yo los vi anoche en boston mass. y fue unos de los mejores conciertos que yo e visto en my vida apesar que e visto metallica guns n roses def leppard ozzy osbourne kiss rob zombie duran duran motley crue y muchos muchos mas este fue el mejor de todos siguen siendo lo mejor de lo mejor hay gente que dice oh ellos ya estan viejos esa gente que no saben de rock can kiss my ass !! lol
att : juan diego calderon from boston mass