miércoles, febrero 21, 2007

Carnaval con la garganta atorada

A quien le tocó viajar a Gualaceo, Paute, Chordeleg o Sigsig durante la mañana del domingo de carnaval debió tener primero: una enorme dosis de paciencia; y, segundo: aire acondicionado en el carro, si no estaba condenado a recibir baldazos y bombazos de agua de parte de los carnavaleros de la carretera y llegar a su destino completamente empapado.

El atoramiento de vehículos se iniciaba 300 metros antes del puente de Guangarcucho. El primer cambio de genio lo provocan los “listos” que se burlan de la fila, avanzan vertiginosos y se cuelan a la fuerza cuando asoma otro vehículo en contravía. Luego, los “giles” que cumplimos la única hilera posible, nos damos cuenta que a lado derecho, carril prohibido para aventajar y al borde de la cuneta, va llegando otra legión de “vivos” que arman otro carril. De pronto, nos pasa un bus de “Express Sigsig” a menos de diez centímetros poniendo a temblar a todos porque casi nos fue rozando. Y ahí sí, estamos al borde del altercado que no se produce porque al final las columnas avanzan perezosamente hasta El Descanso. Allí, policías despistados pedían papeles a cada uno de los miles de choferes que a esa altura ya sumaban media hora de atraso. Y eso que apenas habíamos llegado a la boca del Tahual.

Cruzar la estrecha garganta del Tahual y La Josefina lentamente no es muy estimulante que se diga para quien vivió de cerca, y en esos lugares, la tragedia provocada por el deslave del cerro Tamuga en 1993. Lo único que uno anhela es terminar de pasar en medio de esos frágiles riscos y la enorme montaña de alfeñique, mientras se contiene la respiración y las baladas de Coldplay tratan de aliviar el malestar.

Pero no, a 500 metros de La Josefina, de nuevo el tráfico frenado y otra vez los “vivos” y las iras de todos. Otra media hora más perdida hasta pagar el dólar. Ese día pasaron por ahí 7.740 vehículos, un récord para una vía de un solo carril de ida y otro de vuelta.

Luego del peaje, el tráfico avanza con una lentitud que impacienta, hasta que se llega a Gualaceo. En su primer redondel, dos policías desvían el tráfico, “porque hay un desfile” en la vía principal, la Jaime Roldós. Otra media hora más que obliga a atravesar por medio del balcones y azoteas llenas de carnavaleros a la caza, sus dos abarrotados mercados, el calor sofocante y la incertidumbre por la falta de señalización.

Por fin regresamos a la vía principal y de allí hasta La Playa del Sigsig, nuestro destino, otra media hora más aunque sin tardanzas. Ahí esperaba la fiesta del carnaval familiar. Tanta espera finalmente valíó la pena. Una celebración así solo se da una vez al año, aunque para el próximo tomaré la carretera El Valle-La Unión que, aunque está destrozada como casi toda nuestra vialidad, es preferible al padecimiento de franquear el Tahual y La Josefina en hora y media.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Señor Piedra muy buena descripción de lo que los ecuatorianos estamos acostumbrados a llamar "esito no más", porque eso que pasó en el Azuay, pasó por cualquier lado por donde los "estresados" tuvimos la maginifica idea de quitarnos las preocupaciones del día a día....no sé... pero yo llegue más tensionado de lo que me fuí...