Al amanecer de este lunes, cuando llegaba a la radio, una fila de papeles tirados a lo largo de la vereda se perdía de la vista por la calle Benigno Malo. Se trataba de hojas volantes sin firma responsable, por lo tanto: pasquines.
Ahí aparecían las fotos de tres dirigentes locales de la Izquierda Democrática, bajo el título de “Culpables”. Quien lo escribió habrá pensado, muy equivocadamente, que, como mi padre se desafilió de ese partido hace pocos meses, íbamos a leerlo en el noticiero. Hablar de su contenido no cabe en esta columna, porque sería darle al autor el gusto de volver público eso que él no es capaz de decirlo de frente.
En tiempos de la época Republicana del Imperio Romano se promulgó la Ley Remmia (año 61 DC). La misma castigaba con la incapacidad, entre otros, al autor de libelos y con otro castigo, peor aún al anterior: se fijaba con un hierro ardiente la letra “K” en la frente del culpable, escarmiento que le acompañaba el resto de sus días.
En la época actual, los pasquines también los encontramos en correos electrónicos, blogs o mensajes sms por celular, aparte del característico impreso o pared pintada.
Sin embargo, el anónimo cumplirá su cometido en quienes lo leen y asumen como verdadero o, peor aún, lo publican a través de los medios, así “aclaren” que se trata de un libelo.
Al que escribe sin firma le acompaña esa inquina que le corroe y le enferma. Condenado a ser cobarde, medroso y solapado. Y tan lejano de quienes decimos al pan, pan; y al vino, vino.
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