En la primera, unas cuantas caras largas que se aferraban al imposible de creerle a Consultar y a la retirada disparatada de su líder.
En la segunda, el festejo se desataba. Ahí estaban los elementos locales más visibles de esta campaña. Paúl Granda, Antonio Idrovo, Jaime Abril, por citar algunos. Luego vino una caravana vehicular y un aguacero se encargaba de mandar a todos a sus casas.
También llegaron al festejo los chuchumecos, aquellos recién llegados que siempre se asoman a repartir abrazos y congratulaciones luciendo la mejor de sus fingidas sonrisas.
Son los que, a primera hora del lunes, viajaban a Quito, a hacer lo que mejor saben: el palanqueo. No es difícil creer que, a la hora del banquete, se servirán el lomo fino.
En el otro frente, durante toda esta semana han asomado por los medios varios directivos de Alianza País, poco vistos antes, para “agradecer al electorado” y, de paso, plantar los hitos en el territorio apetecido.
Se han autoproclamado como los auténticos y los primeros ciudadanos que apoyaron a Correa cuando fue ministro de Economía y reclaman, sin mayor recato, el derecho a nombrar a la futura administración provincial. Por otra parte, tratan de despejar el terreno, desacreditando a otras directivas y movimientos de la alianza ganadora.
Bien dice Daniel Prieto Castillo en su obra “Análisis de mensajes” (CIESPAL 1988), que hay que saber distinguir entre lo manifiesto y lo latente. Lo implícito, señala, “aparece en la inmensa mayoría de los mensajes de difusión colectiva”. De ahí que, una de nuestras misiones como comunicadores es la de aprender a leer lo latente para aclarar todo lo que el emisor nos está proponiendo.
Estos dirigentes han mediatizado sus ambiciones, bajo la carátula de la gratitud. Lo que está detrás de su acto de decencia, denota que se viene una contienda por la repartición de puestos.
Lo grave es que Rafael Correa aparece como un mandatario diferente a los anteriores, que en campaña denunció el tráfico de influencias; pero, en cambio, una buena parte de sus seguidores, al menos en el Azuay practican lo contrario.
De buenas y variadas fuentes sabemos que entre los que tienen “hambre atrasada” por comerse una porción de la torta administrativa hay seres de lo peor: desde insolventes declarados y tránsfugas de otros partidos, como el PRE; hasta enjuiciados penalmente por, entro otros delitos, haberle agredido físicamente a su anciana tía; sospechosos de coyotazgo; y, una propietaria de una casa de citas que provee de damas de compañía a quien le llame al celular.
¿Qué debemos hacer los periodistas? ¿Denunciarlos ahora o esperar que entren en funciones para que su desgracia sea peor aún?
1 comentario:
Hola Jorge,
Creo que viene mucho al caso definir al "pishquista", en terminos de Claudio Malo en La Escoba.
Pishquista: "(...) engloba al trepador social y al oportunista, al arribista y al caradura, es decir a esos frecuentísimos personajes de toda sociedad que buscan -y frecuentemente logran- aceptación y poder usando métodos sinuosos, a veces viles y en ocasiones ingeniosos." (p.41)
Considero que los medios de comunicación tienen la responsabilidad de presentar a la ciudadanía del culto cantón de los Andes, quiénes serán nuestros futuros representantes fruto de la dedocracia...
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