lunes, abril 23, 2007

Una bomba de tiempo con la mecha encendida

Lima, 24 de mayo de 1964: en el Estadio Nacional los seleccionados de fútbol de Perú y Argentina disputan un lugar para concurrir a las olimpiadas de Tokio. 45,000 espectadores colman el local. Va ganando Argentina. A mediados del segundo tiempo, "Kilo" Lobatón logra el empate. Pero el árbitro anula el gol peruano. El público protesta. "Bomba" se arroja al campo. La policía los golpea y en las tribunas la tormenta crece. A los objetos que empiezan a llover sobre la cancha se contesta con balas y gases lacrimógenos. 45,000 personas aterradas no tienen cómo huir. Los estrechos pasillos terminan en puertas clausuradas, conducen a la muerte. Y el retroceso es imposible…

Con estas impactantes frases empieza la novela “La òpera de los fantasmas”, del escritor y periodista peruano Jorge Salazar, sobre la tragedia que cobró la vida de más de trescientas personas, convertida en la más pavorosa calamidad del deporte latinoamericano.

Las puertas del estadio se encontraban cerradas con gruesos candados por disposición de la administración del estadio. Los espectadores encerrados salieron despavoridos y en el tropel murieron oficialmente más de 300 personas entre asfixiados y atropellados. Ya en la calle, la multitud convertida en turba causó destrozos en la propiedad privada en los alrededores del estadio, según se describe en la enciclopedia Wikipedia.

Otros episodios recientes de tragedias deportivas pasan por el del estadio de Heysel, en Bélgica, el 29 de mayo de 1985, en el que murieron 39 personas a causa de una avalancha de aficionados en los momentos previos a la final de la Liga de Campeones entre el Juventud de Turín y el Liverpool de Inglaterra.

Los hinchas más radicales del equipo británico situados en la zona X, muchos de ellos en evidente estado de embriaguez, empezaron a tirar objetos y se avalanzaron sobre los hinchas italianos situados en la zona Z. Se produjo una avalancha y los aficionados de la Juventus, intentando alejarse de los del Liverpool, se acumularon en el fondo de la zona, aprisionados por una parte contra el muro donde finalizaba la gradería, y por otra parte contra las vallas "protectoras" que separaban las gradas del terreno de juego. Cientos de hinchas de la Juventus quedaron aprisionados contra las vallas, que eran fijas y no tenían salidas de emergencia, ante la presión de miles de aficionados.

Estos prolegómenos nos sirven de contexto para denunciar el enorme peligro potencial del estadio Alejandro Serrano Aguilar. El pasado viernes 20 de abril, más de 20.000 personas lo llenaron de bote a bote. Cientos de aficionados se ubicaron en los accesos señalados para el tránsito o junto a las salidas –moneda común y de libre circulación cuando se dan encuentros atractivos-. La sobreventa fue evidente. Hay que sumarle la masiva y vergonzosa ingestión de alcohol, asunto que le convierte en la cantina más grande del mundo.

Ahora bien, ¿usted se imagina qué sucedería si se reproducen los eventos previos de las tragedias de Perú y Bélgica, en el estadio de Cuenca? Pero el potencial peligro no queda ahí. Lo más grave es que las puertas del estadio cuencano se abren hacia adentro, según denunció este lunes 23 de abril, en el noticiero de La Voz del Tomebamba, el Dr. Fernando Figueroa, bombero y médico del Hospital Regional.

Sobrecoge a uno la sola imaginación de un evento que genere el impulsivo y violento deseo de la masa de aficionados de salir fuera del estadio y encontrarse con las puestas cerradas y, peor aún, que no se abren hacia afuera.

La indolencia, la ambición y el desinterés de los organizadores junto con la temeridad, el aturdimiento, la imprevisión y la insensatez del público pueden provocar el estallido del cóctel de la muerte.

Falta entereza de nuestras autoridades. ¿Por qué no empezar clausurando el estadio hasta que por lo menos cambien la dirección de sus puertas? ¿Quién controla la sobreventa de boletos, o es que acaso, hay que aprovechar la ocasión, en agravio de la seguridad? ¿Hasta cuándo permiten que, horas previas al partido, desde camiones repartidores de licor estacionados frente a las puertas del estadio, bajen las jabas de trago de la manera más descarada y sinvergüenza?

Las autoridades tienen la palabra. La mecha está encendida.

3 comentarios:

Ricardo Tello Carrión dijo...

¿Y el informe oficial de los Bomberos alertando este peligro?

¿Puede el Cuerpo de Bomberos intervenir clausurando las puertas del estadio hasta que se corrija este aparente error de diseño?

Como usted lo dice, la mecha está encendida y quemándose...hay que trabajar en prevención.

Jorge Piedra Cardoso dijo...

Este martes entrevisté al Coronel Eduardo Suárez, Jefe del Cuerpo de Bomberos, quien aclaró que ellos no tienen el poder coercitivo para cerrar locales. Por otra parte, el Intendente de Policía del Azuay, Bolívar Arias, reconoció que está dispuesto a clausurar el estadio si es que no se elimina el peligro latente. Habrá que ver.

JP dijo...

Jorge...esto no se debe dejar en una simple denudncia...tienes una gran respoansabilidad no solo por haber denunciado una potencial tragedia sino por hacer todo lo posible para evitarla