domingo, octubre 14, 2007

Para eso son los amigos

Llegar a la cita es menos demorado que en otras ocasiones. En las avenidas y calles circulan contados vehículos. Afuera del edificio multifamiliar solo se percibe la presencia del guardia dentro de su caseta que casi no se percata de nuestro paso. Su mirada esta atornillada a la pantalla de 7 pulgadas y sus oídos están secuestrados por el locutor.

Si no fuera por los autos estacionados en el garaje, uno pensaría que este recién estrenado edificio de ladrillo visto está desocupado. Luego de que se abre la puerta del ascensor que nos deposita en el cuarto piso, se percibe la presencia humana con los sonidos de la narración deportiva que traspasan las puertas de varios departamentos.

Hemos llegado a nuestra reunión de amigos. Después de un rápido saludo, nos sentamos en el sofá porque ya está jugando la selección tricolor su primer partido de la eliminatoria al mundial de fútbol Sudáfrica 2010 ante la "fácil" Venezuela. Con algunos de los camaradas solo nos vemos en estas oportunidades. Con los otros en contados eventos profesionales. Nos une, por sobre la afición deportiva, un vínculo de principios de los noventa labrado en las aulas de la facultad de derecho de la Universidad del Azuay.

Hoy es un buen momento para olvidarse del ¿qué pasará la próxima semana?, del postergado arreglo del techo ahora que vuelven las lluvias, de pagar la inflada tarjeta de crédito de las vacaciones o de tramitar los fondos de reserva del IESS. Pese al atraso, aún se puede participar en la polla. El menos optimista aventura un triunfo de 2-1. Los demás dan diferencias de dos y hasta tres goles.

En la mesa de centro, el prosciutto, los quesos y el baguet se combinan con las gritos contenidos de las jugadas fallidas de nuestros delanteros. La lluvia se encarga de trabar el encuentro que termina por exasperar a los ansiosos que esperamos el gol de Tenorio, Benítez, Méndez o Lara.

En el fría noche quiteña, llega el gol de Rey que enmudece a unos. Otros lanzamos un largo "Chuuuu...". Vienen los reproches: que esa bola Klimowicz la sacaba; que ese arquero está ahí porque tapa en el equipo del Chiriboga; que por qué Suárez le sacó a Lara; que por qué se jugó a esta hora...

Pitazo final. Caras largas. Reproches que llegan a arrancar sonrisas. Que Correa es ojo seco; que esta derrota es a cambio de la refinería en Manabí; o, que vuelvan el Tin y Aguinaga.

El necesario olvido empieza con la aparición de un naipe. El juego del 21 se encarga de exorcizar los demonios que entristecieron -al igual que a 13 millones de ecuatorianos- a este puñado de hombres que pronto recobran la sonrisa y que saben que, por sobre el resultado de un partido de fútbol, más importante es mantener estos lazos de confraternidad.

1 comentario:

Pico dijo...

esta entrada me conmovio, y lo peor es que es verdad, pero en mi caso no se juega 21 sino 40 o poker.

saludos.