El decolorado estadio Alberto Spencer, padre de mil batallas futbolísticas durante la segunda mitad del siglo pasado, de los golazos de tiro libre del Chanfle Muñoz o de las atajadas heroicas del Ñato García, abrió sus puertas para convertirse en una babel ecuatoriana al abrigar a cerca de cincuenta mil rockeros de dos generaciones.
Unos nueve mil quiteños, tres mil cuencanos, dos mil ambateños y cientos más llegados de otras ciudades se unieron a decenas de miles de guayaquileños durante la soleada tarde y fresca noche de este sábado 27 de octubre de 2007 para recibir la comunión musical de Soda Stereo, la banda insignia del rock en nuestro idioma.
La imperdible convocatoria perdió algo del brillo anhelado por los problemas técnicos, que retrasaron el espectáculo más de una hora. Un desperfecto dejó al respetable sin las pantallas del circuito cerrado de video, asunto que se solucionó durante la primera mitad del recital. Pero, sobre todo por las fallas de audio que persistieron durante las dos horas y media que les tomó a Soda tocar 28 canciones. Un sonido retumbante que hacía vibrar las cajas torácicas y desgarraba los tímpanos de quienes ocuparon las localidades más caras. Y lo peor: la permanente caída del sonido de la guitarra y la voz de Gustavo Cerati. Cuando de mover con furia las cuerdas o de levantar el volumen de la voz se trataba, desaparecía momentáneamente el sonido.
Ya que estamos en el espacio de los reproches, de los argentinos debemos decir que se percibió cierta frialdad entre ellos. Cada uno ocupó sus impenetrables metros cuadrados y parecieron deseosos de darlo todo por el público, mas no por sus compañeros. No hubo sonrisas cómplices, peor demostraciones afectivas, necesarias para darle mayor fundamento a su regreso. Cabe anotar que, entre las exigencias a los empresarios en el estadio estaba la de que cada uno tenga un camerino privado.
El momento esperado, perturbado por el cansancio provocado por la larga espera, llegó recién a las 9 y 35 de la noche, cuando la luna asomó a un costado y detrás del escenario en la estrellada noche porteña. El estadio se quedó en tinieblas y en pocos segundos empezó a sonar la guitarra de Cerati con el grito de “¡Guayaquil carajo!” –talvez se enteró de la pendencia entre Nebot y Correa-. El show había empezado con “Juegos de Seducción”.
Cerati, Zeta Bossio y Charly Alberty, ataviados a lo ochentero, desarrollaron una rotunda interpretación de sus hits más conocidos, desde “Imágenes Retro” y “Persiana Americana” hasta “Primavera Cero” y “Trátame Suavemente”.
Algunas canciones recibieron algo del maquillaje como el mix de “Zoom-Cuando Pase El Temblor”, que hace diez años, en su primera despedida, le dieron un toque de reggae adicionándole parte de la canción “Tomorrow People” de Ziggy Marley. Bueno, en esta ocasión se les ocurrió terminarlo con las baterías reggaetoneras de “Rakataka”. No quedó mal, por cierto.
Entre las altas cumbres de la velada estuvo la invitación al escenario a Daniel Sais, camarada argentino que les acompañó en sus primeros años para tocar los teclados de “Prófugos”. Otro intervalo trascendente fue el contexto ambiental de la balada “Fue” con miles de celulares encendidos mientras Cerati desentrañaba que “lo más resbaladizo es creernos sin memoria”.
A la hora de las preferidas, me quedo con “Cae El Sol” y “Zona de Promesas”. Será por la sobredosis de las clásicas durante los días previos al concierto o por los veinte años de venirlas escuchando hasta el hartazgo. Por eso, cuando tocaron las más conocidas no las viví con la emoción de las arriba mencionadas.
A la hora de los bises, que fueron dos, llegó el momento de hacerles honor a los músicos de apoyo: Tweety González, Leo García y Leandro Fresco. Imprescindibles y cabales. Para el adiós dejaron “Nada Personal” que terminó con los sintetizadores distorsionados hasta apagarse y sentenciando que todo acabó. Eran los primeros minutos del domingo. La luna estaba ahora justo sobre el escenario. Mientras los Soda se iban en una furgoneta resguardada al hotel, sus miles de incondicionales buscaban un mendigado taxi.
Para una buena parte de los tres mil cuencanos sus naves volvieron a partir. Su alimento fueron las cenizas de una larga noche. Y esta noche fue larga.
4 comentarios:
Muera el reguetón. Para mi la mejor canción fue "No seas tan cruel".
no seas tan cruel ....jaja
hubiera sido excelente q toquen: Jet-Set, Dietético, bueno un buen detalle fue Telekinesis...
...Siento no haber ido, pero me imagino que estuvo lo máximo, como no podía ser de otra manera... Admiro mucho a Soda Stereo, a pesar de no ser de su época...
Lástima que se despidan definitivamente de sus fans, porque siguen ganando adeptos con sus inegables éxitos, que estoy segura perdurarán por un laaaaaaaargo tiempo, por no decir: "POR SIEMPRE"...
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