martes, julio 10, 2007

¿Diputados? ¿Cuáles diputados?

¿Cuáles son los cinco legisladores azuayos? Para un periodista cuencano que vive en medio de la agitación de las noticias, esta era una pregunta de respuesta fácil, hasta hace poco. Ahora, es probable que muchos colegas, me incluyo, no puedan decir con fluidez los nombres y apellidos de nuestros cinco representantes.

Después de la destitución de cincuenta y siete de ellos por parte del Tribunal Supremo Electoral, acto respaldado por el gobierno, volaron las cabezas de Fernando Aguirre Cordero (PSP), Antonio Álvarez Moreno (PSC) y Oswaldo Flores Manzano (PRIAN). Luego, convocadas las elecciones para la Asamblea Constituyente, otro de los legisladores titulares, Fernando Cordero Cueva (MCNP), renunció a su asiento en el edificio del exBanco Central del Ecuador para postularse como candidato en la lista nacional gobiernista, lo que le ha valido una serie de comentarios muy sarcásticos en el blog El Pub. Entonces, el único principal que ha quedado es el inextinguible Carlos González Albornoz (ID).

De los cuatro nuevos, dos han sido conocidos por sus actividades anteriores: el comunicador radial Luis Vintimilla Lazo (PSC), y el abogado y profesor universitario Caupolicán Ochoa Neira (MCNP).

Sigamos. Ahora es cuando se va poniendo difícil el asunto. Los otros dos diputados del Azuay son Luis Vega (PRIAN) y Pablo Arévalo (PSP). Desconozco sus segundos apellidos y sus actividades anteriores. Ambos, hasta antes de la sacudida de los manteles, se desempeñaban en las cómodas y bien remuneradas vocalías del Tribunal Electoral del Azuay.

A uno de ellos le acaba de caer el cabalístico 7-7-7, cuando el sábado 7 de julio de 2007, el presidente Correa le denunció como uno de los supuestos traficantes de influencias a cambio de votos en el congreso a favor del gobierno. El primer mandatario lo nombró en medio de otros legisladores y anunció que tenía pruebas porque hizo actuar como su emisario en las presuntas negociaciones corruptas a un capitán de policía.

Con este antecedente, le entrevistamos al aludido diputado Pablo Arévalo este lunes 9 de julio. Fue la primera vez que se expresaba a través de la radio. La impresión que dejó en sus palabras de descargo fue que, aparentemente es un hombre humilde y honorable. Atribuyó esta acusación, al hecho de haber sido uno de los diputados que firmó la solicitud de juicio político al ministro de economía, Ricardo Patiño. A ratos, se le quebraba su voz al defender de su probidad, poniendo como motivo para ello a su familia. Pero lo que debo lamentar, y quizás muchos de quienes escucharon la entrevista lo percibieron, fue su poca preparación académica para representarnos. Con un léxico limitado, ingenuidad escolar y asumiendo su falta de experiencia parlamentaria, su talla está muy lejana para ser legislador de la provincia del Azuay.

Cuando el 26 de octubre pasado, los azuayos fuimos a las urnas a elegir, entre otros, a nuestros cinco diputados, nadie se hubiese imaginado que, al final de cuentas, estábamos escogiendo a los suplentes. Tres se fueron por actuar como siervos de enmohecidos caciques de los partidos tradicionales que quisieron impedir la consulta y el otro por su megalomanía y habitual delirio por el poder.

Al final, no se puede esperar mayor cosa de un congreso de suplentes.

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