
Entre los riesgos que presenta la vía, se puede contar la ausencia absoluta de señalización horizontal y vertical –sobre todo, no se indican velocidades máximas-; los derrumbes de rocas y piedras de los taludes encumbrados se mantienen abandonados varios días y hasta semanas, provocando que el conductor deba realizar bruscas e imprevistas maniobras que pueden derivar en percances; el desgaste de la calzada se nota con la aparición de baches en varios tramos; la falta de iluminación pública y el hundimiento sin solución de la vía a la altura de la Universidad del Azuay; y, la existencia de redondeles y semáforos que aparecen de manera repentina provocando temibles tragedias.
A estos riesgos hay que sumar el estrecho paso por Nulti, aún sin solución; y, la irresponsable actitud de algunos conductores que, por acortar camino, cruzan sus vehículos sobre los parterres a la altura del Hospital del Río provocando más desgracias. A más de esto, los controles de velocidad por radar que alguna vez existieron, hoy han desaparecido.
Este día volvemos a referirnos a esta carretera con la enorme consternación por la tragedia que apaga la floreciente y prometedora vida de la joven deportista Carolina Espinosa Validiviezo (16 años), hija de Mario Esteban Espinosa, respetado y apreciado comerciante y expresidente del Deportivo Cuenca.
Pese al esfuerzo de los paramédicos, que recibieron una llamada de auxilio a las 8 y 12 minutos de la noche, la joven que viajaba en un jeep Gran Vitara dejó de existir tras un accidente a la altura de Ucubamba, en el que el vehículo chocó y volcó. Otras dos ocupantes fueron ingresadas al Hospital Santa Inés.
La desgracia golpea a respetables familias cuencanas ante las cuales expresamos nuestro público sentimiento de aflicción; en especial a las familias Espinosa Pozo, Espinosa Valdivieso, Espinosa Vintimilla y Tamariz Espinosa.
Y en medio de esta honda pena, debemos insistir en todos estos peligros y cuya solución está en manos de las autoridades encargadas de darnos seguridad en las carreteras.
Es triste decirlo pero nos hemos acostumbrado a contar todos los días los accidentes en la “vía rápida” Cuenca-Azogues, como si fuese un hábito, una cifra fría más de las estadísticas de la Jefatura de Tránsito. Hasta que nos toca de frente porque golpea a personas apreciadas y queridas.